21 septiembre, 2016

MATEO, DE PROSCRITO A DISCÍPULO

            En la fiesta de San Mateo os ofrezco, por si os puede interesar, una «Lectio divina», unas preguntas para trabajar y una oración. Las he tomado de mi último libro, de este año (2016) ‘Misericordia con todos y para todos. Conmovido, salió a su encuentro’, editado por PPC.

1. Lectio divina: La vocación-conversión de Leví (Mt 9,9-13)

‘Sígueme. Él se levantó y lo siguió’ (Mt 9,9)

Mateo 9,9 «Cuando se marcharon de allí, vio Jesús a un hombre que se llamaba Mateo, sentado en la oficina de impuestos, y le dijo: Sígueme. Él se levantó y lo siguió. 10 Después, mientras estaba sentado a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron con él y sus discípulos. 11 Al verlo los fariseos preguntaron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y los pecadores? 12 Lo oyó Jesús y les dijo: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. 13 Entended lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios; yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». 

Lectio. La escena se sobreentiende que tiene lugar en Cafarnaún, ciudad pesquera juna al Lago de Genesaret, lugar donde reside Jesús en períodos intermedios en su anuncio del reino. Unos versos antes Mateo nos dice que Jesús había cruzado el lago y fue «a su ciudad» (Mt 9,6). Cafarnaún es zona obligada de paso para los que transitan con mercancías en dirección a Damasco; por allí pasaba la «Via Maris», calzada transitada, protegida por los soldados romanos. En Cafarnaún había una oficina de recaudación de impuestos, y su encargado estaba considerado como colaboracionista con la política opresora romana y como pecador por parte de los religiosos.
Vocación de san Mateo de Caravaggio.
Iglesia de san Luis de los Franceses. Roma
Jesús ve Mateo sentado en su mesa, ejerciendo su odioso oficio. Sin mediar palabra le pide que le siga, y Mateo le obedece. La escena pasa del ambiente público, en la calle, a la casa de Mateo donde sigue con la mesa compartida, con una comida. El gesto de sentarse a comer con alguien, en la cultura semítica, va más allá de compartir alimentos; presupone una proximidad afectiva o religiosa, una connivencia, o al menos una aceptación de la otra persona. Por eso mismo los fariseos que asisten a la situación preguntan a los discípulos de Jesús con mala intención. En su mentalidad religiosa no es posible que un «maestro» coma con pecadores públicos. Jesús responde, pero no lo hace de forma única y directa, sino por partes, citando la Escritura. La primera parte de la respuesta es una sentencia propia de la sabiduría popular: los que necesitan el médico son los enfermos, no las personas que tienen salud. La segunda parte de la respuesta es una cita de un profeta, que los fariseos la conocen bien; Jesús apunta donde sabe que tienen su punto débil los que pretenden ser los intérpretes de la ley de Moisés: la palabra de los profetas. Para Oseas Dios quiere misericordia antes que sacrificios (Os 6,6). La tercera parte de la respuesta de Jesús apela a su misión. Jesús dice de sí mismo y de su misión que es la de «llamar a los pecadores». De esta forma deja zanjada la pregunta insidiosa de los fariseos.
Meditatio. Estamos en un evangelio «trampa», pues bajo la aparente amabilidad de la escena de una conversión y de una vocación (sin duda ambas gozan de nuestra plausibilidad), y de la reprobación de los insidiosos y molestos fariseos, se traza una incisiva pregunta directa que no queremos ver. Los lectores de hoy nos debemos situar entre los espectadores de entonces: ¿acaso no diríamos nosotros, desde nuestra óptica bien pensante, lo mismo que los fariseos? ¿De verdad aceptamos que una «persona de bien» tenga tratos con indeseables? ¿No solemos juzgar con dureza a personas de mala fama?
En el mundo de los juicios de unos sobre otros, nos solemos situar por lo general en el lado de los que «actúan correctamente». Tenemos la razón de nuestra parte y nos permitimos someter a juicio tanto las actuaciones como las personas. Jesús llama al seguimiento no a una persona respetable y reconocida por todos, sino todo lo contrario: llama a un pecador público; una persona mal vista por su colaboración con la explotación económica de la gente sencilla mediante los impuestos. En una situación regularizada, Mateo debe ser juzgado severamente; no se entiende que Jesús se siente a comer a su mesa; menos aún que le llame a su seguimiento.
La escena de la vocación de Mateo se puede actualizar en las situaciones de personas excluidas del mundo bien pensante, que sin embargo se encuentran con Jesús y cambian radicalmente de rumbo ante la sorpresa de unos y la incredulidad de otros. La pregunta incisiva que todo cristiano debe responder es. ¿Creo que una persona puede cambiar sinceramente de vida? ¿Creo en el poder transformador del encuentro con Jesús?   Dicho de forma más tajante: ¿creo que es posible la conversión? ¿Me alegro cuando una persona alejada de Dios da un giro radical a su vida?
Oratio. La dureza de mi corazón, mis juicios temerarios, mis encuadres de personas, son la principal dificultad para abrirme a ti, Señor. Transforma mi corazón, limpia mi mirada, lava mi boca, para que nunca sea un juez severo de mis hermanos. Que sepa alegrarme cuando una persona se acerca a ti para seguirte.
Contemplatio. Traemos a nuestro corazón a tantas personas que han sido juzgadas por la sociedad o por nosotros mismos como «indeseables». Repasamos sus vidas con mirada de misericordia; pedimos perdón por los juicios severos que hemos arrojado contra ellos; pedimos a Dios que nos transforme el corazón para aprender a mirar siempre a toda persona como a un hijo amado de Dios y a un hermano.
Miramos nuestro interior y contemplamos nuestra vida de discípulos. ¿Cómo y cuándo me encontré yo mismo con Jesús? ¿Estoy feliz de ser discípulo suyo o es una carga? ¿Me alegro cuando una persona se encuentra con Jesús?

2. Para trabajar

1) Para relacionarnos con los demás, primero debemos tener clara nuestra identidad: quién soy yo. A veces la preocupación por el «yo» impide abrirnos a otros. ¿Qué significan palabras como «egolatría», «egoísmo», «egocentrismo»? ¿Cuáles son sus términos contrarios?
2) Las personas debemos vivir en paz con nosotros mismos; no podemos engañarnos. Debemos alcanzar una coherencia entre lo que decimos y lo que pensamos. ¿Por qué es fundamental ser coherente y honesto en la vida social? ¿Y en la vida religiosa?
3) Las personas somos relacionales y necesitamos relacionarnos con otros. ¿Podemos aceptar un planteamiento de vida centrado en uno mismo? ¿Podemos entender la fe en Dios sin abrirnos a él y su misterio?
4) ¿Entiendes la fe en Dios como un camino a recorrer, como un proceso a seguir, o como unos datos que aceptar? ¿Tenemos que recorrer todos el mismo camino o hay distintos caminos para llegar a Dios?
5) ¿Qué es la conversión? ¿Tiene que ver con ponerse en camino? ¿Tiene que ver con la coherencia? ¿Tiene que ver con aceptar en tu vida a otro, a Dios?

3) Oración

«CAERSE DEL CABALLO» (Hch 9, 1-9)

Iba montado en el caballo de mis seguridades.
Llevaba las riendas de mi montura con soltura
al menos eso creía-

En mi ceguera y soberbia te perseguía.
Pero te apareciste, Señor,
y me derribaste de un golpe certero.

¿Quién eres? Sólo me atreví a decir
Quise resistirme con coces alocadas,
sin mirar hacia dónde se dirigían.

Pudiste más, y tu marca ha quedado en mí
¡para siempre!

¿Qué debo hacer? – fue mi pregunta-

y tú, Señor, me respondiste
¡Levántate! ¡Sé honesto! ¡Camina!

Pedro Fraile