01 marzo, 2016

NO ES VERDAD QUE TODOS SEAMOS IGUALES. El rechazo de los refugiados.



            Ayer veíamos las imágenes de unas personas, muchos de ellos niños, que se aplastaban literalmente contra las vallas que les impedían el paso de un país (Grecia) a otro (Macedonia): Son personas que huyen de la guerra, de que les maten.
            En las mismas noticias nos mostraban cómo la policía desmontaba el campamento de Calais, donde miles de personas esperaban poder cruzar el Canal de la Mancha, dirección a Gran Bretaña.
            Sé que el lector me dirá que el problema es muy complejo desde todos los ángulos. Lo sé. Desde un punto de vista político, son personas que se mueven por países y los gobiernos tienen derecho a saber quién pasa por allí, y hacerlo con garantías. Desde un punto de vista social, son grupos de gente que se desplazan sin rumbo, o con un rumbo muy definido, y los gobiernos están preocupados por los equilibrios sociales. Desde un punto de vista económico, los desplazados son pobres, y los gobiernos no quieren «bolsas de pobreza» en sus territorios. Desde un punto de vista religioso, en el caso de Siria e Irak, la mayoría son musulmanes (sólo hay unos pocos cristianos, que encima sufren el rechazo de sus compatriotas), y los gobiernos no quieren desequilibrios religiosos que puedan convertirse en futuros guettos.

            El problema no es de uno, sino de todos. Grecia dice que él no tiene la culpa de estar en la «puerta de entrada» a Europa, y de que todos pasen por allí; pide ayuda. Turquía los deja pasar, porque no quiere que se queden en la frontera con sus países de origen y ya tiene bastantes problemas, pasando la pelota a Europa. Los países del centro de Europa dicen que si Alemania y otros destinos del Norte los rechazan, se los tendrán que quedar ellos, y tampoco quieren. Alemania dice que ya tiene bastantes, o incluso más de los que puede. En el norte de Europa también dicen que han cumplido el cupo. España e Italia, en el sur, dice que con los que suben del sur, principalmente de África, ya tienen bastante. Gran Bretaña juega a lo suyo, como siempre; lleva otro juego que sólo él entiende y del que sólo él se beneficia.
            El caso es que miles de personas, a comienzos del siglo XXI, están paradas en unas barreras metálicas que han levantado los gobiernos. No quieren pobres, ni quieren emigrantes, ni quieren refugiados, ni quieren desplazados.
            Luego se nos llena la boca con el «nivel de vida», con los «progresos sociales», con la «sociedad del bienestar»... Pero cuando vienen los pobres de verdad, los que molestan de verdad porque traen «inestabilidad», les ponemos barreras. ¿Por qué? Porque digamos lo que digamos, no es verdad que seamos todos iguales. No queremos ni pobres ni refugiados. Esto es así, aunque nadie se atreva a decirlo en voz alta. Sabemos que si vienen miles de pobres, «la balanza se desequilibrará»; tendremos que «renunciar» a muchas cosas para que todos tengan trabajo, tengan vivienda, y no solo nosotros. Y eso ya no nos gusta.
            La Biblia, que es un libro revolucionario, más que los manuales de revolución que se prodigan cada generación, comienza diciendo que Dios creó al ser humano (no dijo si creó a los europeos, a los africanos, a los de EE.UU o a los japoneses). Lo creó «a su imagen y semejanza». O sea: los niños, las mujeres y las personas que están atrapadas en tierra de nadie, con la cara pegada en una barrera, son «imagen y semejanza de Dios». Seamos más provocativos: «Dios está atrapado en una barrera que han levantado algunos humanos». La Biblia no pone «apellidos» al ser humano, ni los clasifica: ricos/pobres; blancos/negros; extranjeros/nacionales. Las vallas las han puesto los humanos, no Dios. Dios está en las vallas, sin poder pasarlas. La desigualdad es de los gobiernos, de los intereses, de los límites, de las clases, de las diferencias. Nuestra oración solo puede ser esta:

¡Señor, ¿acaso no nos creaste
a todos
a tu imagen y semejanza?
Dinos, entonces,
¿quién ha establecido las diferencias,
las desigualdades y las pobrezas?
¿quién ha levantado las barreras?

Pedro Ignacio Fraile Yécora
1 de Marzo de 2016

           
                       
           

            

SEXTA ENTREGA, Y FINAL, DEL PADRENUESTRO (Respuesta al de Ada Colau)



(Para ver el artículo completo, ir a los cinco anteriores)

6. RESUMEN


            La oración del Padrenuestro parte del hombre, como ser único, y se eleva a Dios. La primera parte se dirige a Dios, en un «tú» que es a la vez de confianza respetuosa, de cariño y de intimidad. La segunda repite el nosotros (el pronombre «nos»).

No es una oración al vacío, sino al Padre; tampoco es una oración sin contacto con la tierra, sino que nace de lo humano para entrar en el corazón de lo divino. Es una sola pero, a la vez, está en dos esferas: la del hombre y la de Dios. O también, tiene un doble movimiento: ascendente y descendente.












JESÚS- CRISTO- DE DIOS- HIJO- SALVADOR




            El Padrenuestro tiene que ver con dos aspectos fundamentales del ser humano, el de la vida, que vista desde la plenitud, desde el misterio del hombre, en palabras de fe tiene un nombre: «salvación».  La salvación es un camino de ida y vuelta: tiene un aspecto de logro, de «alcanzar una meta» y tiene un aspecto de «liberación», de romper con una esclavitud. Así en el «padrenuestro» la salvación tiene que ver con una «vida plena» y una «vida libre». Por vida «plena» entendemos una «vida digna» (danos el pan cotidiano) y una «vida reconciliada» (perdónanos). Por «vida libre» entendemos una «vida desidolatrada» (no nos dejes caer en tentación) y una «vida humanizadora» (líbranos de todo mal).

            El Padrenuestro es la oración de los discípulos que han descubierto que la vida es Jesús y que quieren hacer camino, cada día, con Jesús.





Esfera de Dios
(tú)
Invocación/confesión
¡Padre, sea santificado tu nombre!
Confesión adorante
Dos súplicas
¡Venga tu Reino!
Novedad radical
¡Hágase tu voluntad!
Obediencia filial
Esfera del hombre
(nosotros)
Cuatro peticiones
¡Danos el pan cotidiano!
Vida digna/sustento necesario
¡Perdónanos como perdonamos!
Vida reconciliada (aprender a perdonar)
¡No nos dejes caer en la tentación!
Vida sabia (sólo Dios es digno de adoración)
¡Líbranos del mal!
Lo antihumano es del maligno