Evangelio: Juan 6,44-51
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede
venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el
último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de
Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No
es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto
al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la
vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el
pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el
pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Lectio. Los antepasados del pueblo de Israel comieron el
maná en el desierto y murieron: era un pan para no desfallecer en la travesía.
Un alimento provisional y endeble. Jesús contrapone el «pan del cielo», que
asegura la vida para siempre, con el que se identifica: «Yo soy el pan de la
vida». Por dos veces dice «Yo soy», las mismas palabras que Dios usa para
presentarse a Moisés en el monte Horeb. No es casualidad, sino intencionado.
Jesús se identifica con el Dios de Israel, porque es el rostro humano de Dios.
Pero no se queda ahí; Jesús da un paso más: el pan que yo os daré es mi
«carne», y «yo» mismo «la doy».
Meditatio. El alimento es un símbolo universal. Hay
alimentos con pocas calorías; otros sacian pronto pero no alimentan; otros solo
aseguran un tiempo breve de satisfacción. Jesús se propone como alimento que
sacia; pero no habla de algo externo, sino de él mismo. No son suficientes los
buenos consejos, las técnicas pasajeras, las prácticas saludables. Hay que
alimentarse desde dentro y para dentro; el alimento que el evangelio nos
propone es Jesús mismo, que es Dios mismo.
Oratio. Danos la inteligencia necesaria, Señor, para no
buscar alimento donde no está. Que solo te busquemos a ti como sentido,
consuelo y fuerza última de nuestra vida.
Contemplatio. Repasamos los alimentos que tomamos y que se nos
ofrecen a diario: unos son proteínicos, otros calóricos, otros contienen
hidratos. Todos son necesarios. Pero ¿cuáles sostienen nuestra vida? ¿de cuáles
podemos prescindir? ¿Necesitamos otros alimentos, para nuestro espíritu, que no
nos proporcionan los alimentos materiales? Repasamos, contemplamos, meditamos,
y ponemos nombres a aquello que realmente sacia nuestra vida.
Pedro Ignacio Fraile
Lectio Divina Pascua 2016
Pedro Ignacio Fraile
Lectio Divina Pascua 2016