14 abril, 2016

Lectio Divina: COMIDA SALUDABLE Y ALIMENTO PARA EL ALMA



Evangelio: Juan 6,44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Lectio. Los antepasados del pueblo de Israel comieron el maná en el desierto y murieron: era un pan para no desfallecer en la travesía. Un alimento provisional y endeble. Jesús contrapone el «pan del cielo», que asegura la vida para siempre, con el que se identifica: «Yo soy el pan de la vida». Por dos veces dice «Yo soy», las mismas palabras que Dios usa para presentarse a Moisés en el monte Horeb. No es casualidad, sino intencionado. Jesús se identifica con el Dios de Israel, porque es el rostro humano de Dios. Pero no se queda ahí; Jesús da un paso más: el pan que yo os daré es mi «carne», y «yo» mismo «la doy».

Meditatio. El alimento es un símbolo universal. Hay alimentos con pocas calorías; otros sacian pronto pero no alimentan; otros solo aseguran un tiempo breve de satisfacción. Jesús se propone como alimento que sacia; pero no habla de algo externo, sino de él mismo. No son suficientes los buenos consejos, las técnicas pasajeras, las prácticas saludables. Hay que alimentarse desde dentro y para dentro; el alimento que el evangelio nos propone es Jesús mismo, que es Dios mismo.

Oratio. Danos la inteligencia necesaria, Señor, para no buscar alimento donde no está. Que solo te busquemos a ti como sentido, consuelo y fuerza última de nuestra vida.

Contemplatio. Repasamos los alimentos que tomamos y que se nos ofrecen a diario: unos son proteínicos, otros calóricos, otros contienen hidratos. Todos son necesarios. Pero ¿cuáles sostienen nuestra vida? ¿de cuáles podemos prescindir? ¿Necesitamos otros alimentos, para nuestro espíritu, que no nos proporcionan los alimentos materiales? Repasamos, contemplamos, meditamos, y ponemos nombres a aquello que realmente sacia nuestra vida.

Pedro Ignacio Fraile
Lectio Divina Pascua 2016