13 septiembre, 2017

LA FE CRISTIANA CON CRISTO, EN CRISTO Y POR CRISTO. QUÉ QUEDA, QUÉ NOS QUEDA.

Mañana es ‘la fiesta del Cristo’. Así la llamaba mi abuelo Paco, que nació tal día; se arreglaba con la muda de los domingos y se iba a la Misa Solemne. En Tarazona, mi ciudad natal, se celebra el ‘Santo Cristo de la Venerable Orden Tercera’, recuerdo de la otrora presencia de los franciscanos en la ciudad. Volvamos a las palabras de mi abuelo: «fiesta del Cristo». No decía «de Jesús»; menos aún «de Jesús de Nazaret», que probablemente le hubiera sonado a palabras raras. Luego, su nieto, el que esto escribe, habla más del «Jesús histórico», del «Jesús Galileo» de Nazaret, sin dejar hablar por ello del «título» que profesa gozoso en la fe: «Cristo» es el «Mesías», el «Ungido por Dios».
Mañana en muchos pueblos de España, muchos de ellos en zonas, barrios, aldeas, pueblos donde vivieron hace cinco siglos los moriscos, se celebra con alegría esta fiesta «cristiana» como su mismo nombre indica. Vayamos al grano: ¿fiesta de Jesús o fiesta del Cristo? ¿Es lo mismo? ¿Da lo mismo?
Parece que en nuestra sociedad se vive una dicotomía; algo así como un desdoblamiento en el sentimiento religioso. Jesús, el personaje de la historia, el judío galileo, el iniciador de un movimiento religioso, parece que solo ocupa el interés de unos cuantos académicos (cristianos o no, creyentes o no…) que escriben incesantemente sobre su figura. Salvada la cuestión de su existencia, de la que nadie sensato duda (menos un periodista que aún la semana pasada se lo preguntaba como si fuera la ‘pregunta del millón’ a mi párroco en una entrevista); salvada, digo, la certeza de que existió y de que tenemos accesos (en
plural), más que suficientes para dibujar un esbozo creíble y sostenible de su vida, su obra y su mensaje… surge la pregunta realmente importante: ¿y a mí qué?, ¿qué me dice Jesús?, ¿cómo repercute en mi vida, dos mil años después?, ¿solo porque hubiera sido una ‘buena persona’ justa y honesta, me aporta un ‘plus’ de vida, de felicidad, de plenificación que otros no pueden dar?, ¿se le puede rezar al «hombre Jesús»?
Esta es la pregunta. Conozco muchas personas que pueden «saber cosas» acerca de Jesús; puede que hasta que les caiga muy bien: «fue justo, honesto, libre etc.»; pero cuando necesitan hacer frente a las grandes cuestiones vitales (el sentido de la vida, cómo afrontar el dolor y la muerte, la propia identidad y singularidad personal…), entonces muchos de ellos no apelan a Jesús, sino que se refugian en la filosofía, en la cultura, en las espiritualidades orientales no personales, en el espiritismo… Hay un «ruptura» real entre saber cosas acerca de Jesús y vivirlo como alguien significativo en la vida personal, espiritual, creyente.
Los que leéis estas líneas sabéis que esto es así, y que se ha planteado desde hace mucho tiempo. No podemos separar a Jesús del Cristo. De hecho la fe de la Iglesia profesa a «Jesucristo» (Jesús es el Cristo). No podemos separar al Jesús que anduvo por Galilea anunciando el Reino, del Jesús que llevaba a cumplimiento el plan de salvación de Dios. No podemos separar su muerte (violenta, a manos de los romanos), del sentido que él mismo le dio le dio como plenitud del Siervo de Dios (Siervo de Yhwh) que asume sobre sus hombres  la condición humana, desde el perdón. No solo decimos que Jesús fue «un hombre genial, descomunal», sino que «nos amó hasta el extremo», confesamos con san Pablo que «me amó y se entregó por mí»; unidos a toda la Iglesia cantamos «por tu cruz y resurrección, nos has salvado, Señor».
Así es. No separamos Jesús del Cristo, si bien en una correcta investigación científica es lícito y necesario no confundir torpemente los «datos» , objetivos y revisables, que conocemos por la historia social de Palestina en el siglo I, con la confesión de fe que brota de la acogida humilde y sincera como «don» del Espíritu Santo. En la Eucaristía proclamamos «Por Cristo, con Cristo, en Cristo…».
Mañana, muchas iglesias de nuestros pueblos, barrios, ciudades, aldeas, ermitas… se llenarán en misas solemnes y en procesiones porque es la «fiesta del Cristo». Cientos, mils de personas, harán gran fiesta. Una pregunta, sin mala intención… ¿qué supone para mí, creer en Jesucristo? ¿Qué aporta a mi vida y cómo ilumina mi cansado caminar? ¿Cómo es capaz de darme esperanza para vivir en plenitud? Sin separar lo que no se puede separar, siguiendo como discípulo a Jesús y confesándolo como Señor. Un deseo: que mañana todos dediquemos un rato a «orar» a Dios «por medio» de Cristo, «unidos con» Cristo, y «en» la persona de Cristo.

Pedro Ignacio Fraile
https://pedrofraile.blogspot.com/