08 mayo, 2015

CONFIGURADOS CON JESUCRISTO (SEGUNDA PARTE DEL TERCER CAPITULO. QUINTA ENTREGA)

3.3. Configurados con «Jesucristo»




El «Mesías- Siervo» en Isaias

La figura del Mesías en Isaías es muy rica. El primer Isaías (cc.1-39) nos habla del Enmanuel, del Dios con nosotros, y nos ayuda a levantar la mirada con esperanza hacia el futuro. El Segundo Isaías (cc. 40-55) nos presenta al Mesías con la figura del Siervo en cuatro Cantos o poemas. Esta figura rompe con las expectativas de poderío excluyente (bautistas), de intransigencia de pureza (fariseos), de imposición sin oposición que esperaban en la época de Jesús.
Este personaje aparece en cuatro famosos cantos:[i] Están escritos más al estilo de las confesiones de Jeremías que en el tono exaltadamente lírico del Segundo Isaías[ii].
El Siervo es un personaje anónimo, pero sin embargo, al igual que los grandes profetas, ha sido «llamado y enviado por Dios». Podemos hablar de una verdadera «vocación» en sentido estricto bíblico. Vemos cómo en este texto, dentro del primer poema, sobresale la «llamada y la misión».

Yo, el Señor, te he llamado con justicia,
te he cogido de la mano,  te he formado,
y te he hecho alianza de un pueblo,
luz de las naciones. 
Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión, 
y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»  (Is 42,6-7)

En el segundo poema podemos leer primero la llamada y más tarde la misión:

‘El Señor me llamó desde el seno materno,
desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre. (…)
No sólo eres mi siervo
para restablecer las tribus de Jacob y traer los supervivientes de Israel
sino que te convierto en luz de las naciones
para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra’ (Is 49,6)

Jesús, «siervo de Yahveh»

Jesús, de Belén al Jordán. En Belén se hace presente el Dios pobre y débil, que entra en la historia no por la puerta ancha y hermosa de los palacios, sino por el pesebre de los animales. No es estética, ni mito infantil, sino teología. La historia leída desde los pequeños y desde los que no cuentan. Jesús se pone en la fila de los excluidos.
En el Jordán, un Jesús adulto comienza su misión. No va a los palacios ni a las escuelas rabínicas de Jerusalén, sino que va al río donde se juntaban los pecadores, y donde Juan anunciaba la intervención inminente de Dios. Jesús se pone en la fila de los pecadores.[iii]

Jesús, «Siervo de Yahveh» en los sinópticos. Jesús como siervo aparece en los evangelios en Mateo de forma explícita y en Marcos en su planteamiento mesiánico.
Mateo presenta dos textos explícitos. El primero hace referencia a la curación de la suegra de Pedro. El segundo hace referencia a la misión de Jesús.

Para que se cumpliera lo que había dicho el profeta  Isaías.
Él tomó nuestras flaquezas
y cargó con nuestras enfermedades. (Mt 8,17)

Jesús se enteró y se alejó de allí. Lo siguieron muchos y los curó a todos, encargándoles severamente que no lo publicasen, para que se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:
Éste es mi siervo, mi elegido,
mi amado, la alegría de mi alma;
pondré mi espíritu sobre él
para que anuncie la justicia a las naciones.
No disputará ni gritará,
nadie oirá su voz en las plazas.
No romperá la caña cascada
y no apagará la mecha humeante
hasta que haga triunfar la justicia.
(Mt 12,15-21)

Marcos, por su parte, no tiene textos tomados al pie de la letra del Deutero Isaías, pero su cristología es la del Siervo. Cuando el centurión romano afirma a los pies de la cruz, ‘verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios’, está afirmando que en Cristo crucificado se manifiesta la verdadera salvación y el verdadero mesianismo. Igualmente, en toda la segunda parte de Marcos, cuando en la instrucción a los discípulos, Marcos presenta los tres anuncios de la Pasión, podemos vislumbrar tres pasos que llevan desde Cesarea de Filipo hasta Jerusalén.


Configurados con Jesús-Siervo

Estamos de acuerdo que nuestra vocación conlleva una misión, pero ¿cómo llevarla a  cabo? El texto del Siervo de Yahveh de Isaías nos da tres pistas
-        El valor de la humildad: ‘no voceará’. No se trata de callarse, sino de no hacer alardes; de no presentarse con superioridad; de no pretender llevar la razón. Como decimos en castellano, de no ser un ‘voceras’.
-        El valor de lo frágil: ‘la caña cascada no la quebrará’. Lo que está a punto de rajarse, de fracturarse, de romperse –en lenguaje actual- Jesús no lo termina de destruir, sino que lo rehabilita.
-        El valor de lo débil: ‘el pábilo vacilante no lo apagará’. Las pequeñas luces que siguen iluminando, los testimonios de los pequeños que siguen aportando su palabra, el esfuerzo de los que aún siguen creyendo en medio de una vorágine que se traga todo.

Nuestra vocación y nuestra misión no debe estar regida por las normas de pureza del Levítico (que regulan el sacerdocio de Jerusalén), sino por los Cantos del Siervo que toman figura humana en Jesús. La comunidad cristiana así lo entendió.

Somos evangelizadores.

Esa es nuestra alegría y nuestra paga: anunciar a Cristo. Ahora bien, ¿cómo y desde dónde lo hacemos?

- Cómo: Con frecuencia el sacerdote es el hombre de ‘la última palabra’ y de ‘los primeros puestos’. Nos gusta llevar la razón; que nos consideren. A veces nos presentamos como ‘salvadores’-siendo que el único que salva es Jesús-. Otras veces con posturas de superioridad o de soberbia. La humildad no es un adorno externo, sino que es seguir los pasos de «Jesús-Siervo de Yahveh» que compartió la suerte de los excluidos por su condición social y moral.         

- Desde dónde: El evangelio de san Lucas nos dice que ‘en un bautismo general, Jesús también se bautizó’.  Jesús va al Jordán, donde están los que se saben pecadores. No para condenarlos, sino para comenzar su ministerio desde la hondura de la historia real.

El movimiento kenótico de Jesús, tal como rezamos en Filipenses 2, 6‑11, es un movimiento de ‘despojo’ de una condición superior que se tiene; de ‘vaciamiento’: siendo el Señor, tomó la condición de esclavo; de no sentirse superior, de no humillar.



ABAJAMIENTO
GLORIFICACIÓN
Cristo,
a pesar de su condición divina,
no hizo alarde
de su categoría de Dios.
Al contrario,
se despojó de su rango,
 y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando
como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse
incluso a la muerte,
 y una muerte de cruz.
Por eso
Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió
el «Nombre‑sobre‑todo‑nombre»;
de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
—en el Cielo, en la Tierra,
en el Abismo—,
y toda lengua proclame:
 «¡Jesucristo es Señor!»,
 para gloria de Dios Padre.


A Jesús «le duele la gente»

Jesús cura a los enfermos porque le duele la gente y se subleva ante el dolor del ser humano: ' Al desembarcar vio mucha gente, sintió compasión de ellos  y curó a sus enfermos' (Mt 14,14).
El dolor no sólo es físico, sino también moral. Es el abatimiento, la desesperanza, la confusión del espíritu. Por eso ante la visión de las personas que se le acercaban desorientadas, cansadas o confundidas, se enternece y se pone a enseñarles:  

'Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos pues eran como ovejas que no tienen pastor, y se puso a instruirles'. (Mc 6,34)

Le duelen los enfermos. Un segundo grupo está formado por los enfermos.  Jesús sufre por y con las personas  heridas en su cuerpo. No sólo por el sufrimiento que padecen,  sino por la culpabilización religiosa a la que están sometidos y que los convierte en proscritos de la sociedad. En el uso del verbo splagcni,zomai aplicado a Jesús aparecen dos ciegos, un leproso y un epiléptico.

Le duelen los desposeídos. Un caso aparte lo presenta la viuda. A la situación de exclusión a la que se ve sometida la mujer en el mundo judío contemporáneo de Jesús, la condición de viudedad agrava sobremanera su abandono y sufrimiento. La legislación humanista de Israel las protege junto a los huérfanos y a los emigrantes. Yahvéh mismo ha tomado su defensa y reclama a su pueblo un trato justo que encuentra su fundamento en la alianza. En los evangelios tenemos trazos de que son personas necesitadas, y algunos textos subrayan el hecho de que son pobres o indigentes

Le duele el ser humano roto. Queda por último el  hombre despojado, desesperado o culpabilizado. Los tres personajes de las  parábolas, las dos de Lucas y la de Mateo,  tienen en común que no forman parte de los grupos excluidos de la sociedad, sin embargo  por distintos motivos se encuentran en una situación de  necesidad.

Un sentimiento motivado

          Los relatos nos dejan entrever qué situaciones provocaban  la compasión de Jesús. Unas veces tenemos una razón explícita por medio de una proposición subordinada causal; otras veces intuimos que son las miradas o las súplicas sinceras las que enternece a Jesús que actúa a favor de ellos.

«Porque estaban hambrientos, desorientados, desesperanzados». Dos textos explicitan gramaticalmente la razón que mueve a Jesús. Mateo explica que a Jesús se le conmueven las entrañas al ver toda aquella gente porque estaban abatidas y descarriadas como ovejas que no tienen pastor. Mateo toma la cita de Marcos 6,34, exceptuando los participios abatidos y descarriados que no aparecen en el segundo evangelista. La imagen de rebaño carente de pastor es bien conocida en el Antiguo Testamento. Los dos verbos expresan con precisión la situación del rebaño a merced de las bestias salvajes, tal como se presenta en la imagen de Ezequiel 34.  El pueblo no sólo es ignorante, sino que además ha caído en manos de guías ciegos que han hecho de él un pueblo desorientado, desesperanzado y desconocedor del verdadero rostro de Dios.
         
Un segundo texto en que encontramos el verbo splagcni,ízomai en boca de Jesús, seguido de una proposición causal es el de la segunda multiplicación de los panes en Mateo. Jesús se conmueve porque la  gente lleva con él tres días y no tienen qué comer. En este caso es la necesidad material la que provoca que Jesús actúe. Si en el texto anterior le duele el ver a la gente confundida y sin esperanza, ahora le duele el sufrimiento físico. La misión de Jesús abarca al hombre en su realidad total, sin fisuras.
En las demás perícopas los evangelistas no presentan  una motivación explícita pero sí dejan pistas que ayudan a comprender. La primera tiene que ver con la mirada de Jesús, la segunda con la súplica.
Jesús, en los Sinópticos, declara repetidamente que se «conmueve» ante la gente. Unas veces porque son débiles y están enfermos. Otras veces al ver el sufrimiento de la gente débil, como en el caso de la viuda de Naím. Otras veces porque la gente está «cansada y desorientada como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36).


La «Carta a los Hebreos» (A. Vanhoye)

Desde que A. Vanhoye defendiera su tesis doctoral sobre la Carta a los Hebreos, la teología católica la tiene como referencia no sólo en su estudio novedoso  del texto bíblico, sino sobre todo de su repercusión en la teología del sacerdocio. Es bien conocida la estructuración que hace en cinco partes, siguiendo lo que se conoce como «estructura concéntrica», que aparece en repetidas ocasiones en la composición de algunos libros bíblicos. Es de advertir, antes de una breve explicación

Además, nos fijaremos en cuántos versículos dedica a cada parte o unidad y si hay correlación entre ellas.



I
Situación de Cristo
(1,5-2,8)
1 capítulo




II
Sumo sacerdote, digno de fe y misericordioso
(3,1-5,10)
2 capítulos




III
Valor incomparable del sacerdocio y del sacrificio de Cristo
(5,11-10,39)
5 capítulos




IV
Fe y paciencia
(11,1-12,13)
1 capítulo




V
¡Enderezad el camino!
(12,14-13,18)
1 capítulo


I
-
El nombre de Cristo
1,5-2,18




II

A
Jesús: Sumo sacerdote digno de fe
3,1-14
B
Jesús: Sumo sacerdote misericordioso
4,15-5,10






Exhortación inicial
5,11-6,20





III

A
Sumo sacerdote
a semejanza de Melquisedec
7,1-28
B
Llegado  a la Perfección
8,1-9,28
C
Causa de un estatuto nuevo y eterno
10,1-18






Exhortación final
10,19-39




IV
A
La fe de los antiguos
11,1-40
B
La paciencia necesaria
12,1-13




V
-
Enderezad los caminos
12,14-13,21

Según la explicación que hace Vanhoye, debemos pararnos en la segunda y tercera unidad. En la segunda porque proclama que Jesús es Sumo Sacerdote «digno de fe» y «misericordioso». En la tercera unidad porque es el centro literario y teológico y es el desarrollo de su tesis: el valor incomparable del sacerdocio y del sacrificio de Cristo.


Jesucristo: Sumo sacerdote «digno de fe» y «misericordioso».
Para que se dé el cumplimiento del sacrificio antiguo en Jesucristo es indispensable una relación de semejanza entre Cristo y los sumos sacerdotes judíos. No es una cuestión de «ritos» exteriores, sino de cualidades esenciales. No toma en cxonsideración ninguna de las ceremonias prescritas para la consagración del sumo sacerdote: baño ritual, unción, vestiduras sagradas, inmolación de animales (Ex 29; lev 8). Tampoco se detiene en ninguno de los ritos que el Sumo Sacerdote estaba llamado a realizar. Va al fondo de las cosas, y considera las dos cualidades esenciales que condicionan el ejercicio del sacerdocio. Un sumo sacerdote tiene que ser:
-        Una persona «acreditada» para las relaciones con Dios
-        Misericordioso para con los hombres.

En la segunda unidad de su obra desarrolla dos términos que previamente anuncia:
Por lo cual debió hacerse en todo semejante a sus hermanos, para convertirse en sumo sacerdote misericordioso y fiel ante Dios, para alcanzar el perdón de los pecados del pueblo (Heb 2,17)

«Digno de fe»

Este aspecto hace referencia a la relación con Dios. La traducción del término griego «pistós» no es «fiel», en el sentido de que guarda «fidelidad» a la persona que lo constituyó, sino «digno de fe».
El autor afirma que Moisés es «pistós, en todo lo referente a la casa de Dios (Heb 3,2.5). El texto del Antiguo Testamento al que se refiere es Núm 12,7, donde se afirma no la fidelidad de Moisés sino su credibilidad, su autoridad como representante de Dios, basada en su relación íntima con Dios (Num 12,1-8).[iv]
Con cuánta más razón este calificativo se debe aplicar a Cristo glorificado, que goza de una gloria superior a Moisés. Moisés tenía su lugar en la casa de Dios como «servidor», mientras que Cristo tiene autoridad como «Hijo».
Según el relato de Números, Moisés envía exploradores como avanzadilla hacia la tierra prometida (Num 13). Por una parte es una tierra rica, por otra habitan hombres enormes (Num 13,27-28). El pueblo no se atreve a entrar y ellos mismos se condenan a vagar por el desierto.
El autor de Hebreos pone a la comunidad cristiana en la misma disyuntiva: o creemos y seguimos a Cristo, digno de confianza y acreditado ante Dios porque es el Hijo, o nosotros mismos cegaremos nuestra suerte. Se impone una conclusión: ‘Esforcémonos por entrar en este descanso’ (Heb 4,11). ‘Teniendo, pues, este sumo sacerdote que penetró en los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos la fe que profesamos’ (Heb 4,14).


El segundo aspecto, que está en el trasfondo, es la fiesta de la Expiación (Yom Kippur), día en el que el Sumo Sacerdote pedía el perdón de Dios para su pueblo. Hebreos insiste en que no lo obtenían, pues año tras año debían repetir el mismo ceremonial. Con este trasfondo litúrgico, Hebreos contrapone la incapacidad del sacerdocio de la antigua alianza que sacrificaba dones externos, con la persona de Cristo que se ofrece a sí mismo.

(1) Jesús, Sumo Sacerdote (Heb 7,1-28)

Se trata de un sacerdocio que no es levítico, sino que asciende hasta Melquisedec. Hebreos niega que el sacerdocio levítico sea capaz de obtener la salvación. Sin embargo, el autor de Hebreos afirma que ‘Jesús es el garante de una alianza superior’ (Heb 7,22)

Ha habido multitud de sacerdotes del antiguo Testamento, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
El no necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre. (Heb 7,23-28)

(2) Llegado a la «perfección» (teliosis) (Heb 8,1-9,28)

La primera alianza se revela como «imperfecta» y como «provisional». Las antiguas instituciones son incapaces de obtener esta salvación.

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres —imagen del auténtico—, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.
Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces —como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo—. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos. (Heb 9,24-28)

(3) Causa de «salvación» eterna (sotería) (Heb 10,1-18).

Y habiendo sido perfeccionado, llegó a ser Autor de eterna salvación para todos los que le obedecen (Heb 5,9)

La ofrenda personal de Jesucristo, a diferencia de los antiguos sacrificios, obtiene el perdón de los pecados y nos consigue la salvación.

‘Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados’. (Heb 10,11-14.18)[v]


          Retomamos el texto fundamental de la «Pastores Dabo vobis» ya hemos visto cómo Lucas parte de la sinagoga de Nazaret. El evangelista presenta a Jesús como el «Ungido» que «cumple» el plan de salvación de Dios. La misión de Jesús no es sino la que el Padre le encomienda. [vi]

El sacerdote tiene como relación fundamental la que le une con Jesucristo Cabeza y Pastor.  Así participa de manera específica de la «unción» y de la «misión» de Cristo (Lc 4,18-19).

Pero íntimamente unida a esta relación está la que tiene con la Iglesia. No se trata de relaciones simplemente cercanas entre sí, sino unidas interiormente en una especia de mutua inmanencia (…) La relación con la Iglesia se inscribe en la única y misma relación del sacerdote con Cristo, en el sentido de que la «representación sacramental» de Cristo es la que instaura y anima la relación del sacerdote con la Iglesia (…) se stúa no sólo «en la Iglesia, sino también «al frente de la Iglesia»’
(Pastores Dabo Vobis 16, 1992)

En el himno de Colosenses se afirma a Cristo como cabeza de la Iglesia. ‘El es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia’. No se trata de una imagen que tenga referencias bíblicas. Sí las tiene, sin embargo, la imagen de «pastor», sobre todo en Jeremías y en Ezequiel. Texto este último que tendrá resonancias en san Juan.[vii]
          Se ha hecho conocido el texto de Jeremías por la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II: ‘Os daré pastores según mi corazón, que os apacentarán con inteligencia y sabiduría’ (Jer 3,15).
La denuncia profética, voz del Señor, recae sobre unos pastores irresponsables: ‘Necios han sido los pastores; no han buscado al Señor. Por eso no han prosperado y todo su rebaño ha quedado disperso. (Jer 10,21)
          Isaías, en los textos de Consolación, usa la imagen de Dios como pastor que cuida a su pueblo: ‘Como un pastor apacienta su rebaño, en su brazo recoge a los corderos, en su seno los lleva y conduce al reposo a las paridas.’ (Is 40,11)
En el profeta Jeremías y en Ezequiel se condena severamente la actitud de los pastores que abusan o descuidan las ovejas. Sobresale el capítulo 23, que comienza con un «ay» de denuncia dedicado a los malos pastores del pueblo de Dios:

¡Ay de los pastores  que dejan perecer y dispersarse al rebaño de mi pasto, dice el Señor! Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel, sobre los pastores que guían a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado mi rebaño, lo habéis descarriado sin preocuparos de él. Pero yo me voy a ocupar ahora de vosotros -dice el Señor-, castigando vuestras perversas acciones. El buen pastor futuro.
Yo mismo recogeré los restos de mi rebaño de todos los países donde los dispersé y los haré volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán.
Suscitaré para ellos pastores que los apacentarán; no sufrirán más temor y angustia, ni se volverá






[i]  Cf. (1º) Is 42,1-4;  (2ª) 49,1-6; (3º) 50,4-9; (4º) 52,13-53. Algunos autores pretenden incluir entre ellos otros fragmentos Cf. Is 49,7-13; 42,5-9; 50,10-11; 52,19-21; 48,14-16; 51,4-8; 51,9-16; 41,1ss.

[ii] Dos problemas destacan: (1) La identidad del Siervo (2) la función de los cantos dentro de la obra del Segundo Isaías.
Identidad del Siervo: La pregunta del eunuco de Etiopía al diácono Felipe: "¿De quién dice esto el profeta? ¿De sí mismo o de otro?" (Hch 8,34) ha  seguido formulándose siglo tras siglo. ¿Quién es el siervo?: ¿Es todo el pueblo de Israel que después de la esclavitud pasa por el éxodo para llegar al servicio de Dios? ¿Es un grupo selecto de Israel, los que permanecieron fieles y tienen que anunciar ahora la salvación de Dios a las naciones (Is 49,5-6) ¿Será ese siervo doliente una sola persona, quizás el mismo Isaías, testigo de Dios, aunque maltratado (Is 50,4-11 ó también 53) ¿O quizás el Mesías que habrá de venir con el tiempo? Esa será la interpretación del targum y lógicamente la de los cristiano. Tres son las líneas principales de interpretación:
(1) Interpretación colectiva. Es la más antigua; se encuentra ya en la traducción de los LXX e incluso en el texto hebreo (cf. Is 49,3; los LXX añaden Jacob e Israel en 42,1), es la colectiva: el Siervo de Yahvéh es el pueblo. Elegido para cumplir una misión, ha sufrido en el destierro hasta la muerte, pero terminará triunfando y trayendo la luz a los paganos. Ahora bien, basta leer los cantos para advertir que esta teoría es insostenible. El pueblo de Israel nunca fue tan fiel al Señor como el Siervo, no aceptó su destino humildemente y en silencio, no tuvo la capacidad de aguante que reflejan estos poemas.
(2) Personaje histórico. Las propuestas van desde profetas como Isaías, jeremías o Ezequiel, hasta reyes piadosos como Ezequías o Josías, o políticos como Nehemías, sin dejar al gran emperador Ciro. O bien un personaje anónimo.      
(3) Mesiánica. El siervo sería Jesús. Ciertamente, en ningún otro se cumple tan bien lo anunciado en estos poemas. Y para los autores del Nuevo testamento no cabe duda de que ésta es la única hipótesis válida.
Función en la obra: ¿Qué función desempeña dentro de la obra del Segundo Isaías?  Para muchos autores carecen de relación con el contexto; otros encuentran una clave que los aúna. Entre estos destaca Sicre: En la primera parte (Is 40-48) el Siervo es la antítesis de Ciro (cf. primer canto, Is 42,1-4); en la segunda parte de la obrita (Is 49-55) el Siervo es la antítesis de Sión (cf segundo, tercer y cuarto canto; respectivamente Is 49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12).
La primera parte presenta a Ciro como un guerrero aterrador e invencible: pisa a los gobernantes como barro, su espada tritura a los reyes, su arco los dispersa. Frente a él, el primer canto (42,1-4) nos ofrece un personaje muy distinto: llamado para traer la salvación a los pueblos, su forma de actuar es pacífica, comprensiva. La continuación del poema (42,5-9) le atribuye incluso una misión que, normalmente, correspondería al rey persa: librar a los cautivos (v. 7). Pero no la realiza por la fuerza, no necesita castigar a nadie; al contrario, será "luz de las naciones" (v.6). Ante la persona de Ciro, las islas y los confines de la tierra deben "estremecerse y temblar" (Is 41,5). Ante el Siervo, los mismos confines de la tierra, prorrumpen en gritos de alegría, entonan un canto nuevo (Cf Is 42,10-13). Ciro debe traer la salvación temporal, la liberación de Babilonia. El Siervo trae la salvación eterna, el consuelo perpetuo de Sión. Ciro basa su actividad en el poder de las armas. El Siervo - modelo de debilidad y de no violencia- sólo cuenta con el poder del sufrimiento. Ciro se gana la admiración y la gloria. El Siervo arrastra el desprecio de todos. Pero el dolor y la muerte le  dan la victoria definitiva, más duradera que la de Ciro.

[iii] El bautismo de Jesús. Jesús se hizo bautizar por Juan.Hechos de los Apóstoles recoge unas palabras que resumen sucintamente quién es Jesús:

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.  Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»  (Hch 10, 34‑38)

Parece que es un dato aceptado por todos que Jesús se hizo bautizar por Juan. De él dan testimonio los sinópticos; también hace referencia el evangelio de Juan, y Hechos de los apóstoles, tanto en el discurso de san Pedro como en el contexto de las elección de la sucesión de Judas, cuando se pide como requisito para ser sucesor apostólico:  es necesario que sea uno de los que nos acompañaron durante todo el tiempo que el Señor Jesús estuvo con nosotros, comenzando por el bautismo de Juan hasta el día en que fue enviado a los cielos’ (Hch 1,22).
El bautismo de Juan se debe leer en un contexto de crisis apocalíptica. En una época en la que muchos creían que la intervención de Dios estaba próxima, se convoca un bautismo para Israel por el que los pecadores hagan de nuevo el paso del mar Rojo, y entren en la salvación de Dios.     
En un bautismo general. Las diferencias entre los sinópticos son evidentes. Marcos parece que no conoce a Jesús. En Mateo, Juan lo reconoce y le pregunta por qué va, intentando persuadirlo.
En Marcos y Lucas el Padre se dirige a Jesús; en Mateo a los que lo escuchan.
Lucas tiene matices propios: Juan desaparece de la escena si bien avisa de que el tiempo era de gran expectación mesiánica;  Jesús se bautiza en un contexto de oración; Jesús aprovecha un bautismo multitudinario.
Los tres coinciden en que Jesús, sin ser pecador, participó en un movimiento de arrepentimiento y conversión colectiva. Para nosotros no resulta escandaloso, pues lo conocemos; para los fariseos sin duda fue detestable. Con este signo Jesús indica cuál va a ser su misión y cómo la va a llevar adelante: ‘Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes’ (Is 53,6).

MARCOS 1,6b‑11.1,  6b‑11.
MATEO 3,  13‑17
LUCAS 3, 15‑16. 21‑22
En aquel tiempo
En. aquel tiempo,
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías;
proclamaba Juan: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias.


él tomó la palabra y dijo a todos: 
[pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias.]
Yo os he bautizado con agua,

- «Yo os bautizo con agua (ver arriba [ ])

pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.»         
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.


Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
- Soy yo el que necesito que tu me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús le contesto:
- Déjalo ahora. Esta bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.
Entonces Juan se lo permitió.



En un bautismo general, Jesús también se bautizó.
Apenas salió del agua, vi

o rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:

Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:
Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: 

- Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
- Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
- «Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto.» 


[iv] ‘María y Aarón murmuraban contra Moisés por la mujer cusita que había tomado por esposa. Decían: "¿Es que el Señor ha hablado sólo con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?". El Señor lo oyó.
Moisés era humilde, el hombre más humilde de este mundo. El Señor dijo a Moisés, Aarón y María: "Id los tres a la tienda de la reunión"; y así lo hicieron. El Señor bajó en la columna de nube y se paró a la entrada de la tienda. Llamó a Aarón y a María, y los dos se acercaron.
El Señor les dijo: "Escuchad mis palabras: Cuando hay entre vosotros un profeta del Señor, yo me doy a conocer a él en visión y le hablo en sueños. Pero no hago así con mi siervo Moisés, que es en toda mi casa el hombre de confianza. (Yo le hablo cara a cara y a las claras, no en enigmas, y él contempla la figura del Señor. ¿Por qué os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?’. (Num 12,1-8)

[v]           Texto litúrgico del domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, ciclo B.
[vi] Cf. Col 1, 12-20

[vii] El segundo texto, también profético, lo proporciona el capítulo 34 de Ezequiel . Por último, como texto cristiano, encontramos el evangelio de Juan, en su capítulo décimo.