12 septiembre, 2017

TAREA, CANSANCIO, FATIGA… Y ESPERANZA

La condición humana es así. La vida conlleva el cansancio y la fatiga «por el peso de los días». Jesús lo dice con otras palabras: «a cada día le basta su afán». A cada jornada vivida le acompañan, de forma inexorable, los éxitos luchados, los momentos disfrutados, los proyectos inacabados y una sensación de ligereza, de paso, de finitud de la que no podemos escapar.
La vida es compleja y dura. ¿Ponemos ejemplos? En estas últimas semanas, finales de agosto y comienzos de septiembre de 2018, sin ir más lejos, hemos vivido la doble destrucción imparable de dos huracanes seguidos en el Caribe y de un terremoto en la costa del Pacífico de México. La madre tierra se estremece y el ser humano se descubre como muy pequeño, impotente, muy frágil…. No puede casi nada…
Otro ejemplo de esta sensación de cansancio en la debilidad: miramos la locura del dictador coreano y la amenaza de respuesta inmediata del no menos desquiciado presidente americano. ¿Unos y otros nos condenarán a una violencia y destrucción sin límites?
Más ejemplos, estos más cercanos. Por una parte el atentado yihadista en el corazón de Barcelona. Se desatan las «cajas de pandora» de todos los monstruos a los que tememos. ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Nos espera, de ahora en adelante, un futuro que no controlamos sometidos a la constante amenaza de unos asesinos? ¿Ese es el futuro de la humanidad, al menos en nuestro plácido occidente? La «sociedad de bienestar», que añoramos como nuevo Edén, se tambalea ante la amenaza de la violencia inc
ontrolable.
En esta cercanía que vivimos, España está asistiendo entre incrédula e impotente, a un paso en la historia que, digan lo que digan los políticos, ellos mismos no controlan. No es solo que una parte de España se independice, no; la realidad es que España dejaría de ser España para ser otra cosa, ¿el qué? A mí me preocupan las historias personales, pues la «gran historia», para los que nos gusta leerla y estudiarla, nos revela los continuos cambios y mutaciones a través de los siglos. ¿Qué va a ser de muchas personas que ven con temor un futuro incierto? Fatiga, cansancio… peso de los días; las frustraciones que se asoman, la inquietud imposible de parar.
Por añadir un punto más de cansancio a la ardua tarea de estar vivo en esta historia, no puedo por menos traer al papel la visita que hice ayer por la mañana a un amigo al que han diagnosticado un tumor cerebral. Al salir solo pude comentar: «no conocemos qué futuro nos depara. Si lo supiéramos, viviríamos de otra forma»… ¿o quizá no?
La primera tentación a la que nos enfrentamos es el derrotismo: «no se puede hacer nada«, «disfruta pacíficamente de lo que tienes ante tus ojos», como si al estilo del bíblico Eclesiastés, la solución estuviera en un «carpe diem» modigerato. La segunda tentación es el determinismo o fatalismo, muy del gusto de la cultura moderna, si bien hunde sus raíces en el pasado de la humanidad: «no intentes cambiar nada, porque no puedes. Todo ya está escrito». La tercera tentación, insoportable en sí misma, es la de la desesperación.
¿Qué decimos los que decimos que somos creyentes? ¿Cómo ilumina la fe esta tarea vital, este cansancio y fatiga por el peso de los días y de los acontecimientos, nuestro caminar cotidiano? Hace unos dos años un sacerdote ruandés, que estaba preparando su tesis doctoral en teología en Barcelona, que había escapado a las matanzas de su tribu por las tribus enemigas vecinas; que había sido «refugiado» con sus familiares en la selva africana; que había experimentado la mínima línea divisoria entre la vida y la muerte violenta siendo muy niño, me decía: «el mensaje que podemos transmitir los cristianos, es el de la esperanza. Nosotros tenemos esperanza; cosa que no puede aportar este mundo». Cansancio y fatiga sí… pero con esperanza.

Pedro Ignacio Fraile Yécora

12 de Septiembre de 2017