13 septiembre, 2024

HERACLIO Y LA DEVOLUCIÓN DE LA SANTA CRUZ. Fiesta de la Exaltación de la cruz (2024)

 (Este artículo lo publiqué en la revista "Tierra Santa. La revista de los Santos Lugares" (número 71 (884), Octubre de 2023)

La Iglesia católica romana celebra la cruz de Cristo en dos fechas del calendario litúrgico. La primera, el 3 de Mayo, hace fiesta centrada en la ‘Invención de la Santa Cruz’. La segunda, el 14 de septiembre, la ‘Exaltación de la Santa Cruz’. Ambas son populares, quizás la primera más aún, pues en muchas partes de España se conoce como ‘La cruz de Mayo’. Ambas fiestas tienen su origen, como no podría ser de otra forma, en Jerusalén. La primera, la ‘Invención de la Santa Cruz’, nos remite a Elena (Santa Elena para la Iglesia); madre del emperador Constantino que el año 318 visitó Jerusalén. Elena se había bautizado y fue al lugar donde había tenido lugar los acontecimientos de la muerte y resurrección del Señor. Elena preguntó por la cruz de su Señor, indagó, y la halló. La palabra  latina ‘inventio’ procede de ‘invenire’ (encontrar). Santa Elena ‘encontró’ la cruz de Cristo, el altar donde su Señor Jesús se entregó por amor a todos nosotros, a la gran humanidad. Una cruz ‘redentora’, valga la paradoja. Esta es la fiesta de la ‘Cruz de Mayo’. Queremos centrarnos en este artículo, sin embargo, en la fiesta de la ‘Exaltación de la Santa Cruz’, que se celebra el 14 de septiembre.

                            

El emperador bizantino Heraclio devuelve la cruz a Jerusalén. 

Retablo de la Iglesia parroquial de Blesa (Teruel). Museo de Zaragoza.

Jerusalén bizantina

A veces, de forma no consciente, cuando hablamos de Tierra Santa, hacemos un paréntesis entre la época romana pagana y el Islam. Parece como si en esos tres siglos de historia no hubiera habido nada. Ese error es muy común. Si leemos con detenimiento la historia de Tierra Santa, vemos cómo durante tres siglos floreció el cristianismo. Precisemos más: el emperador Constantino declara en el Edicto de Milán (313 d.C.) que el cristianismo es una ‘religio licita’, poniendo así fin a las persecuciones abiertas contra los que profesaban la fe de Cristo en la Iglesia. Años más tarde, el emperador Teodosio I, en el 392, publica el ‘Edicto de Constantionpla’, donde declarará que el cristianismo es la religión oficial del Imperio.

Dejando a un lado todas las implicaciones políticas, sociales, culturales, económicas y religiosas que esto supone (no es este el objeto de este artículo), que Tierra Santa forme parte del Imperio cristiano bizantino, es un factor decisivo. Santa Elena mandó derribar primero y construir a continuación, los templos paganos que había en Jerusalén y en Belén, edificados por los romanos. En Jerusalén allí donde había muerto Jesús, en el Gólgota, Adriano había mandado erigir una estatua de Venus Afrodita. En Belén, Adriano había mandado construir un templo dedicado a Tamuz-Adonis sobre la cueva donde había nacido Jesús. Cuando hoy se va a Tierra Santa, hay que explicar tanto la Basílica Constantiniana del Santo Sepulcro (no queda prácticamente nada), y la Basílica Constantiniana de Belén (se pueden ver los mosaicos del suelo, debajo de la actual basílica). El esplendor de la Iglesia en Tierra Santa, fomentada por el emperador Justiniano (483-565), que favorece el urbanismo de la ciudad, se ve en el Mapa de Madaba, donde aparecen lugares y ciudades que recuerdan la presencia cristiana. Un capítulo aparte en este mapa merece la ‘Hagia Polis Ierusalem’ (la Santa ciudad de Jerusalén), con sus basílicas e Iglesias. En el mosaico de Madaba, que dibuja la Jerusalén bizantina del siglo VI d.C., podemos ver el Santo Sepulcro de Constantino, Santa Sión (el Cenáculo), la Nea, las iglesias menores de la Probática, de Siloé, de San Pedro in Gallicantu… Jerusalén era un ciudad cristiana.

Las guerras de Bizancio contra Persia

Volvemos a la historia pasada. El emperador Constantino había trasladado su corte imperial y la capital del Imperio, de Roma a Bizas, una ciudad en el estrecho del Bósforo, entre Asia y Europa. Siguen siendo los ‘romanos’, pero el centro de poder y de decisiones ha cambiado: Bizancio (Bizas) es la ‘Nueva Roma’. Ahora desde la capital, los emperadores dirigen su imperio que se extiende por occidente y por oriente. Un imperio muy extenso que no pueden controlar, donde las fronteras son continuamente asaltadas por los pueblos vecinos. Para nuestra exposición, interesan dos fronteras: la oriental, con los persas sasánidas, y las del sur, con las tribus árabes. La frontera entre Bizancio y Persia acumuló décadas de permanentes guerras. Los historiadores hablan de la ‘guerra romano-persa’ entre 603 y 628. Tres emperadores bizantinos las protagonizaron: Mauricio, Focas y Heraclio.

A modo de resumen, podemos recordar que el siglo séptimo había comenzado de forma violenta en el imperio bizantino, desangrado por asesinatos de los emperadores reinantes, movimientos continuos de los generales en las colonias, que acababan en guerras civiles. El año 602 un militar de los Balcanes, de nombre Focas, se sublevó contra el legítimo emperador Mauricio y había alcanzado el título de Emperador. Débil y sin apoyos, Focas pronto empezó a tambalearse. La ocasión la aprovecha otro militar, Heraclio, de origen armenio, exarca de toda África, partidario del depuesto Mauricio. El año 608 se subleva en Cartago contra Focas, y envía contra el emperador una flota dirigida por su hijo, el joven general Heraclio, que comparte nombre con su padre. Heraclio entra en Constantinopla el año 610, con aclamación popular. El Imperio está muy debilitado por dos golpes de estado en ocho años, por las continuas guerras civiles y por la guerra abierta contra los persas que, iniciada el año 603, no tiene visos de terminar. Trazando un esquema cronológico, podemos dividir esta larga guerra en dos fases. Primero, la acometida persa, donde las tropas romano-bizantinas llevan la peor parte, entre el 604 y el 622, acumulando derrotas. En segundo lugar, la contraofensiva de los bizantinos, dirigidos por el emperador. Heraclio era militar, no hombre de corte. A diferencia de sus inmediatos predecesores, se pone al frente de sus tropas. El mismo entra personalmente en batalla. Los historiadores distinguen hasta seis campañas en las guerras de Heraclio contra los persas (622-625). El año 626, con un ejército exhausto, aún tendrá que hacer frente a un ataque conjunto de persas y ávaros contra la ciudad de Constantinopla, de la que saldrá una vez más vencedor.

Decíamos que el año 610 Heraclio se hace con el poder derribando al emperador Focas; el ejército bizantino acumula derrotas ante los persas y está desmoralizado. El empuje de los ejércitos del rey persa Cosroes II, dirigidos por  Shahrbaraz llega hasta Alejandría y se apodera de ella (619); previamente ha conquistado Siria (Damasco, 613) y Palestina (Jerusalén, 614). El general persa tras un asedio de veinte días, conquista la ‘Hagia Polis Ierosolyma’, año que queda imborrable en la historia de la ciudad. Los persas destruyen basílicas, iglesias y monasterios; aún se recuerda la matanza de monjes en la zona de Mamila, no lejos de la actual puerta de Jafa, y se llevan la cruz de Cristo como botín de guerra. Solo indultan la Basílica de la Natividad de Belén, sin saber bien por qué no lo hicieron. El ejército bizantino parece que no puede responder, pero el emperador Heraclio consigue reunir en Nicea lo mejor de sus tropas. Pasa de la defensiva al contraataque, sorprendiendo a los generales persas. Corría el año 622, el mismo año que Mahoma se subleva en el sur, en la península arábiga.

 Heraclio recupera la cruz de Cristo

Este año Heraclio emprende su campaña contra Persia, buscando al rey Cosroes II. En su persecución atraviesa Armenia; llega a la ciudad de Ganzak cerca de la cual se alzaba la ciudadela de Adharguschamp, la actual Tajt-e-Soleimán, en el Azerbayán iraní. Me detengo brevemente aquí porque nos interesa para nuestro argumento. Esta ciudadela acogía el ‘Templo del fuego de los guerreros’. Allí se encontraba uno de los tres templos de fuego de la religión zoroástrica. A este podía acudir solo la ‘clase guerrera’, y en particular la dinastía dominante. Este templo custodiaba el ‘trono astronómico’, un fabuloso artefacto que servía de mecanismo para calcular el tiempo y el movimiento de los astros. Sobre un trono de azurita, oro y plata, en torno al cual se movían astros y constelaciones, el rey Cosroes era representado como un dios. Heraclio conquistó la ciudadela y ordenó su destrucción.

Si ahora damos paso al libro ‘La Leyenda Dorada, de Santiago de la Vorágine, encontramos elementos afines, si bien no el mismo relato. La ‘Leyenda dorada’ explica que

«este monarca (Cosroes el persa), en su afán de que sus súbditos lo tuvieran por dios, hizo edificar una torre a base de oro, plata y piedras preciosas, colocó en el interior de la misma, imágenes del sol, de la luna y de las estrellas, e instaló en las inmediaciones de la fortaleza ciertos dispositivos mecánicos ocultos».



Fortaleza de Tajt-e-Soleimán (Irán)

Luego, Cosroes se hizo proclamar a sí mismo dios. ¿Por qué se ensañó Heraclio con esta fortaleza y la mandó destruir? ¿Quizá, como dicen las tradiciones llegadas hasta nosotros, porque allí el rey Cosroes había pretendido divinizarse, y porque, más aún, guardaba en esa fortaleza la cruz de Cristo que habían
robado sus tropas de Jerusalén? ¿Quizás en venganza por la destrucción de Jerusalén?

‘La Leyenda dorada’ continúa narrando lo que hizo Heraclio a continuación. No es un texto que se ciña a una cronología precisa, pero lo importante es lo que sigue:+

«Del trozo de la santa cruz se hizo él (Heraclio) cargo personalmente y lo trasladó a Jerusalén. Por cierto que, con ocasión del traslado a Jerusalén, ocurrió lo siguiente: el Rey, vestido con sus atuendos imperiales y cabalgando sobre su regio corcel, descendió por la ladera del Monte Olivete y llegó a la puerta por la que el Señor unos días antes de su Pasión había entrado en la ciudad; mas he aquí que cuando el emperador se disponía a pasar por aquella puerta, las piedras que formaban el arco de la portada se desmoronaron y por sí mismas formaron una especie de muro e impidieron el paso del monarca. (…) Apareció un ángel del Señor enarbolando en sus manos una cruz y diciendo: ‘Cuando el rey de los cielos poco antes de su pasión entró por esta puerta, no lo hizo con regio boato, sino modestamente, montado sobre un borriquillo y dando un claro y perpetuo ejemplo de humildad a todos los que pretenden considerarse discípulos suyos’. (…) El emperador, llorando, se apeó de su cabalgadura, se descalzó, se despojó de sus vestiduras imperiales (…), tomó nuevamente en sus manos el trozo de la Santa Cruz, se dirigió humilde a pie; y tan pronto como empezó a andar (…) el muro se desvaneció»

La información que nos proporcionan los historiadores y la narración que ha llegado hasta nosotros por medio de la ‘Leyenda dorada’, tiene algunos elementos en común, pero otros siguen en la penumbra. Es cierto que los persas sasánidas arrasan Jerusalén el año 614, y con la ciudad, toda la Tierra santa. Es cierto que los persas profesan la religión zoroástrica y que tenían tres grandes templos dedicados al fuego, donde se adoraba a la divinidad en sus manifestaciones estelares y cósmicas. Es cierto que Heraclio en persona iba al frente de sus tropas en las campañas militares y que mandó destruir esas fortalezas-templo. Ahora bien; en los estudios contrastados de los historiadores no hay información de que Heraclio abandonase sus campañas militares en Persia para ir en persona a devolver la cruz de Cristo. Algunos autores sitúan, sin embargo, esta peregrinación imperial a Jerusalén el año 630, una vez acabada sus campañas.

Heraclio, el primer cruzado

Faltan cuatro siglos aún para la primera cruzada. Sin embargo, Heraclio fue visto en algunos ámbitos posteriores como el ‘primer cruzado’, o el más grande de los héroes de la cristiandad por encima del mismo Carlomagno.  La historia nos dice que cuando le comunican a Heraclio, a punto de comenzar su campaña contra los persas, que se habían levantado en el sur del Imperio unas tribus árabes (Mahoma con sus seguidores) no le dio importancia. Abrimos un nuevo capítulo con sucesivas preguntas: ¿Heraclio conoció el naciente Islam? ¿Heraclio conoció a Mahoma? ¿Tuvo información de primera mano de lo que estaba sucediendo? Los datos de la historia son correosos: el año 622 Mahoma realiza su viaje de Medina  a La Meca (La Égira), con la que comienza el Islam. El año 630 Heraclio va a Jerusalén y devuelve la cruz de Cristo; los musulmanes no habían entrado aún en la ciudad. El año 632 muere Mahoma. El año 638 el califa Omar, segundo sucesor de Mahoma, entra en Jerusalén y la conquista. En el Corán se hace referencia a la derrota de los ‘Rum’, los ‘romanos’ o ‘bizantinos’ (Sura 30). Una leyenda islámica habla de una carta que le envió Mahoma a Heraclio para que reconociera a él como el ‘Sello de los profetas’ y al Islam como la última revelación. Según esta leyenda, Heraclio se hizo ‘musulmán’ de corazón, pero nunca abrazó la fe islámica por miedo a sus súbditos. Es, como podemos intuir, solo una leyenda.

La devolución de la Santa Cruz en el arte

No es muy frecuente encontrar la representación de Heraclio devolviendo la Santa Cruz a Jerusalén. Sin embargo, hay algunos ejemplos a destacar. No podemos por menos que citar la serie narrada sobre la Vera Cruz de los pintores Agnolo Gaddi (1179) o Piero della Francesca (1452-1466), frescos de la Capilla de San Francisco de Arezzo, en la Toscana.



En España destaca la obra de dos pintores de la corona de Aragón, que dedican a la devolución de la Santa Cruz una magnífica tabla gótico flamenca en el retablo de la iglesia parroquial de Blesa (Teruel). La obra pertenece a Miguel Jiménez y Martín Bernat y está fechada en 1481-1487. Hoy esta pintura se puede admirar en el Museo de Zaragoza.

En el Santo Sepulcro de Jerusalén, en la capilla de los Armenios, cuando se baja a la Capilla de santa Elena, encontramos una representación de esta devolución. A una parte de la capilla encontramos el bautismo del primer rey armenio, el año 303, por parte del obispo Gregorio el Iluminador. A la derecha vemos una pintura que presenta a Heraclio, con dos sacerdotes armenios (se les reconoce por sus vestiduras), que se acercan con la cruz a la ciudad de Jerusalén. En este caso, el monte del fondo, no puede ser otro, como bien podemos adivinar, que el monte Ararat. El Emperador Heraclio, quizá el primero de los cruzados, pudo tener un origen armenio.