16 abril, 2015

¿CUÁNTO VALE UNA PERSONA?


            Estamos de nuevo sobrecogidos, al menos algunos, por los cuatrrocientos (¡400!) inmigrantes que han desaparecido en las aguas del Mediterráneo en su intento de llegar a Europa.
            Los asesinos salvajes del ISIS, entre otras decisiones inhumanas, han puesto de nuevo en el mercado a mujeres, jóvenes y niñas, para ser vendidas como esclavas.
            Ayer mataron, quemándolo vivo, a un joven de quince años en Pakistán porque declaró que era cristiano y no quiso apostatar de su fe.
            Hoy mismo, en España, un hombre se parapeta en su casa después de disparar contra el compañero de su hija.
¿Qué tienen todas estas constataciones de la realidad cotidiana? Que todas hablan de personas y de muerte o de vida. Por eso la pregunta es pertinente ¿cuánto vale una persona?
Vayamos por partes. En el caso de los emigrantes muy poco; casi nada. Los comentarios que oímos todos (no se me hagan ustedes los ‘castos’) es ¿por qué vienen? ¿por qué no se quedan en sus países? El Obispo de Tarazona, Don Eusebio, este Domingo de Ramos hizo una reflexión oportuna y certera: «exigimos el estado de bienestar para nosotros, y nos despreocupamos del estado de malestar para millones de personas; personas que nacen y, sin haber comido, a los pocos años, sin ayuda de nadie, mueren..’ ¿Eso es lo que queremos? ¿Dónde está escrito que haya personas que tengan derecho a un «estado de bienestar» y que otras tengan que morir pronto y en condiciones terribles porque han nacido en África o en América Latina, en medio de la pobreza? En el Génesis Dios entrega a Adán (el Ser humano) la tierra; pero Adán es toda la humanidad, no solo el Occidente bien comido, bien dormido y bien «festejado» que se queja de que su bienestar no aumenta o se puede perder por culpa de unos que llegan a desestabilizar y a pedir su derecho a vivir.


En el caso del ISIS, que no de los musulmanes, ¡no hay que confundir tirios con troyanos!, el ser humano no vale nada. Nada es nada. Después de miles de años de humanización, lenta, dura, progresiva… todo se queda en nada. El cristianismo dio la puntilla a la esclavitud; es verdad que pasaron siglos hasta que desapareciera del todo (no olvidemos que en Estados Unidos, en plena guerra de la Independencia, luchaban los «abolicionistas» contra los que la querían mantener, entre otras cosas, claro), ¿os acordáis de las batalla de «Federales» contra «Confederados»? ¿Recordáis la «Cabaña del Tío Tom»? San Pablo dice en su carta a los Gálatas: «Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3,28). Esta es una declaración revolucionaria. En Cristo Jesús el ser humano vale por lo que es, persona, hijo de Dios. En el relato bíblico de la creación, Dios hace «libre» al ser humano. ¿Quién puede contradecir la voluntad del mismo Dios?


En Pakistán unos asesinos queman vivo a un niño de quince años porque no quiere renunciar a ser cristiano. El cainismo no se va de la condición humana, sino que una y otra vez vuelve. También en el Génesis Dios pregunta a Caín: ¿Dónde está tu hermano? Caín, que tenía culpa pero no quería reconocerla le responde con otra pregunta ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Dicho de otro modo, no nos importa la sangre de los inocentes.


Por último, aunque podríamos seguir mucho más, el caso del anciano de 70 años que dispara con su escopeta contra la pareja de su hija, tiene varias lecturas. Una es que no terminamos de dejar atrás la «España profunda» con sus atavismos y herencias vengativas. Otra es ¿acaso no es lo que vemos todos los días, en todas las cadenas de televisión, en todas las series y películas? ¿Nos escandaliza que un hombre haga lo que aplaudimos en la Televisión? ¿O acaso debemos aceptar que vivimos en una esquizofrenia permanente en la que aprobamos los argumentos que nos quedan lejos pero reprobamos y nos escandalizamos cuando los vemos en casa? De todas formas, volvemos a la pregunta  Estamos en el siglo XXI, hemos pasado las atrocidades sin nombre del siglo XX No aprendemos ¿Cuánto vale la vida de una persona?

Pedro Ignacio Fraile
16 de Abril de 2015