28 marzo, 2015

VIA CRUCIS CON GERARDO DIEGO. AÑO 2015



Ayer escuché el testimonio de un seminarista en la misa dominical con motivo del ‘Día del Seminario’. Lo hizo muy bien. Nos habló del ‘crucero repleto de turistas; con espectaculares restaurantes, sugerentes espectáculos, cómodos camarotes, grandes piscinas, pero con un grave problema: no llevaba rumbo’. El seminarista dijo que para muchas personas esa era la vida, con necesidades cubiertas, pero sin rumbo. El gran crucero de la vida necesita saber adónde va; el destino es Dios. Lo hizo bien, pero tuvo una laguna imperdonable. En su testimonio no pronunció ni una sola vez la palabra Jesús, ni Cristo. Vamos a comenzar la Semana Santa. Volvamos la mirada a Cristo.



PREPARACIÓN

CITA EN GETSEMANÍ


Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.




Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.

Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
- No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
entre las pajas de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle. Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel.

¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa.
A ti, ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.

(Gerardo Diego)





VÍA CRUCIS





PRIMERA ESTACIÓN

Jesús sentenciado a muerte.

-        Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
-        Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Del evangelio de Mateo

'Pilato les soltó a Barrabás. 
A Jesús, después de azotarlo, 
se lo entregó para que lo crucificaran' 
(Mt 27,26)




No bastan sudor, desvelo,
cáliz, corona, flagelo,
todo un pueblo a escarnecerte.

Condenan tu cuerpo inerte,
manso Jesús de mi olvido,
a que, abierto y exprimido,
derrame toda su esencia.

Y a tan cobarde sentencia
prestas en silencio oído.

Y soy yo mismo quien dicto
esa sentencia villana.
De mis propios labios mana
ese negro veredicto.

Yo me declaro convicto.
Yo te negué con Simón.
Te vendí y te hice traición
con Pilatos y con Judas.

Y aún mis culpas desanudas
y me brindas el perdón.


(Gerardo Diego)



Pilato sentencia: ECCE HOMO.  Pilato, sin saberlo, hace teología de la buena. 'Este es el hombre', sí. Ante el Jesús destrozado, las palabras del político romano que solo sabe de corrupción y de violencia, nos desvelan el misterio del ser humano. El Jesús destrozado nos dice que el ser humano es carne y sangre, debilidad y pobreza.





SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús carga con la cruz

- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
-        Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Del evangelio de Juan

'Jesús, llevando la cruz, salió para un sitio llamado "Calvario", 
en hebreo Gólgota, donde lo crucificaron' (Jn 19,17)


Jerusalén arde en fiestas.
Qué tremenda diversión
ver al Justo de Sión
cargar con la cruz a cuestas.


Sus espaldas curva, prestas
a tan sobrehumano exceso
y, olvidándose del peso
que sobre su hombro gravita,
con caridad infinita
imprime en la cruz un beso.

Tú el suplicio y yo el regalo.
Yo la gloria y Tú la afrenta
abrazado a la violenta
carga de una cruz de palo.

Y así, sin un intervalo,
sin una pausa siquiera,
tal vivo mi vida entera
que por mí te has alistado
voluntario abanderado
de esa maciza bandera.


(Gerardo Diego)




TERCERA ESTACIÓN


JESUS CAE POR PRIMERA VEZ


Te adoramos, ¡oh Cristo!, y te bendecimos
- Que por tu santa cruz redimiste al mundo




Del profeta Isaías

'Fue él quien tomó sobre sí nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores. Nosotros le tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado' (Is 53,4)





Jesús es el Siervo de Yahvhe que anunció el profeta Isaías. Él carga con unas culpas que no son suyas.




Nosotros le miramos con desprecio, como si no tuviéramos de qué pedir perdón o como si nunca hubiéramos roto un plato. Es la soberbia condición humana.











A tan bárbara congoja 
y pesadumbre declinas, 
y tus rodillas divinas 
se hincan en la tierra roja. 

Y no hay nadie que te acoja. 
En vano un auxilio imploras. 
Vibra en ráfagas sonoras 
el látigo del blasfemo. 
Y en un esfuerzo supremo 
lentamente te incorporas. 

Como el Cordero que viera 
Juan, el dulce evangelista, 
así estás ante mi vista 
tendido con tu bandera. 

Tu mansedumbre a una fiera 
venciera y humillaría. 

Ya el Cordero se ofrecía 
por el mundo y sus pecados. 
Con mis pies atropellados 
como a un estorbo le hería. 

(Gerardo Diego)


Cuarta Estación

JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo

"También estaban allí, observándolo todo, algunas mujeres que desde Galilea habían seguido a Jesús para servirlo." (Mt 27, 55)


Se ha abierto paso en las filas
una doliente Mujer.
Tu Madre te quiere ver
retratado en sus pupilas.
Lento, tu mirar destilas
y le hablas y la consuelas.
Cómo se rasgan las telas
de ese doble corazón.
Quién medirá la pasión
de esas dos almas gemelas.

¿Cuándo en el mundo se ha visto
tal escena de agonía?
Cristo llora por María.
María llora por Cristo.
¿Y yo, firme, lo resisto?
¿Mi alma ha de quedar ajena?
Nazareno, Nazarena,
dadme siquiera una poca
de esa doble pena loca,
que quiero penar mi pena.

(Gerardo Diego)






Quinta Estación

JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO


-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo



"Cuando lo llevaban, encontraron a un tal Simón de Cirene que volvía del campo, y le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús." (Lc 23,26)

"Por el camino encontraron a un tal Simón, natural de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, y le obligaron a llevar la cruz de Jesús' (Mc 15,21)


Ya no es posible que siga
Jesús el arduo sendero.
Le rinde el plúmbeo madero.
Le acongoja la fatiga.
Mas la muchedumbre obliga
a que prosiga el cortejo.
Dure hasta el fin el festejo.
Y la muerte se detiene
ante Simón de Cirene,
que acude tardo y perplejo.

Pudiendo, Jesús, morir,
¿por qué apoyo solicitas?
Sin duda es que necesitas
vivir aún para sufrir.
Yo también quise vivir,
vivir siempre, vivir fuerte.
Y grité: -Aléjate, muerte.
Ven Tú, Jesús cireneo.
Ayúdame, que en ti creo
y aún es tiempo de ofenderte.
(Gerardo Diego)







































Sexta Estación

LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo

"Muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya no parecía un ser humano. Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, no contaba para nada y no hemos hecho caso de él. Sin embargo, eran nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban." (Is 52, 14; 53, 3-42)







Fluye sangre de tus sienes
hasta cegarte los ojos.
Cubierto de hilillos rojos
el morado rostro tienes
Y al contemplar cómo vienes
una mujer se atraviesa,
te enjuga el rostro y te besa.
La llamaban la Verónica.
Y exacta tu faz agónica
en el lienzo queda impresa.

Si a imagen y semejanza
tuya, Señor, nos hiciste,
de tu imagen me reviste
firme a olvido y a mudanza.
Será mayor mi confianza
si en mi alma dejas la huella
de tu boca que nos sella
blancas promesas de paz,
de tu dolorida faz,
de tu mirada de estrella.
(Gerardo Diego)




Séptima Estación

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

"... eran nuestras faltas por las que era destruido; nuestros pecados, por los que era aplastado. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados". (Is 53, 5)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo


Largo es el camino y lento 
y el Cireneo se rinde. 
Él se ha trazado una linde 
en su oscuro pensamiento. 
Mientras disputa violento, 
deja que la cruz se hunda 
total, maciza, profunda, 
sobre aquel único hombro. 
Y como un humano escombro 
cae Jesús por vez segunda. 

¿Otra vez, Señor, en tierra, 
abrazado a tu estandarte? 
Ese insistente postrarte 
¿qué oculto sentido encierra? 
Mas ya te entiendo. En la guerra 
por ti luchando, transido 
caeré en tierra y malherido, 
¿y no he de alzarme ya más? 
Yo sé que Tú me darás 
la mano si te la pido. 
(Gerardo Diego)




Octava Estación


 JESÚS CONSUELA 
A LAS MUJERES DE JERUSALÉN

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo


"Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí. Llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos." (Lc 23, 27-28)



Qué vivo dolor aflige 
a estas mujeres piadosas, 
madres, hermanas, esposas, 
sin culpa del «crucifige». 
Jesús a ellas se dirige. 
Sus palabras, oídlas bien. 
-Hijas de Jerusalén. 
Llorad vuestro llanto, sí, 
por vosotras, no por mí. 
Por vuestros hijos también. 

Por nosotros mismos, cierto. 
Pero ¿quién por ti no llora? 
Haz que llore hora tras hora 
por mí tibio y por ti yerto. 
Riégame este estéril huerto. 
Quiébrame esta torva frente. 
Ábreme una vena ardiente 
de dulce y amargo llanto, 
y espanta de mí este espanto 
de hallar cegada mi fuente. 
(Gerardo Diego)

Novena Estación

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

"Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos." (Mt 5, 10)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo



Ya caíste una, dos veces. 
La rota túnica pisas 
y aún entre mofas y risas 
tendido a mis pies te ofreces. 
Yo no sé a quién me pareces, 
a quién me aludes así. 
No sé qué haces junto a mí, 
derribado con tu leño. 
Yo no sé si ha sido un sueño 
o si es verdad que te vi. 

Y yo caigo una, dos, tres, 
y otra vez más, y otra, y tantas. 
Siempre tus espaldas santas 
me sirvieron de pavés. 
Ahora siento bien cuál es 
la razón de tus caídas. 
Sí. Porque nuestras vencidas 
almas no te tengan miedo 
caes, oh humilde remedo, 
y a abrazarte las convidas. 
(Gerardo Diego)


Décima Estación

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS



-         Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo


 "Después de clavar a Jesús en la cruz, los soldados tomaron sus vestidos y los dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo sin costura alguna, se dijeron:«No la rompamos, echémosla más bien a suertes, a ver a quién le toca.» Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suertes mi túnica. Esto es lo que hicieron los soldados." (Jn 19, 23-24)



Ya desnudan al que viste 
a las rosas y a los lirios. 
Martirio entre los martirios 
y entre las tristezas triste. 
Qué sonrojo te reviste, 
cómo tu rostro demudas 
ante aquellas manos crudas 
que te arrancan los vestidos 
de sangre y sudor teñidos 
sobre tus carnes desnudas. 

Bella lección de pudores 
la que en este trance dictas, 
tus candideces invictas 
coloridas de rubores. 
Tú, que has teñido las flores 
de tintas tan sonrosadas, 
que en las castas alboradas 
las nubes vistes de oro, 
ay, devuélveme el tesoro 
de mis flores marchitadas. 

(Gerardo Diego)

Undécima Estación

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

"Al llegar al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda." (Lc 23, 33)



-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos
-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo





Por fin en la cruz te acuestas. 
Te abren una y otra mano, 
un pie y otro soberano, 
y a todo, manso, te prestas. 
Luego entre Dimas y Gestas, 
desencajado por crueles 
distensiones de cordeles, 
te clavan crucificado 
y te punzan el costado 
y te refrescan de hieles. 

Y que esto llegue es preciso 
y así todo se consuma, 
y, a la carga que te abruma, 
el cuello inclinas sumiso. 
-Conmigo en el paraíso 
serás hoy- al buen ladrón 
prometes. Tierna lección 
la de tus palabras ciertas. 
Toma mis manos abiertas. 
Toma mis pies: tuyos son. 


(Gerardo Diego)


Duodécima Estación

 JESÚS MUERE EN LA CRUZ

 "Desde el mediodía hasta las tres de la tarde todo el país se cubrió de tinieblas. A eso de las tres, Jesús gritó con fuerza: Elí, Elí, lamá sabactani, que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Pero nuevamente Jesús dio un fuerte grito y entregó su espíritu." (Mt 27, 45-46.50)


-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo







Al pie de la cruz María 
llora con la Magdalena, 
y aquel a quien en la Cena 
sobre todos prefería. 
Ya palmo a palmo se enfría 
el dócil torso entreabierto. 
Ya pende el cadáver yerto 
como de la rama el fruto. 
Cúbrete, cielo, de luto 
porque ya la Vida ha muerto. 

Profundo misterio. El Hijo 
del Hombre, el que era la Luz 
la Vida muere en cruz, 
en una cruz crucifijo. 
Ya desde ahora te elijo 
mi modelo en el estrecho 
tránsito. Baja a mi lecho 
el día que yo me muera, 
y que mis manos de cera 
te estrechen sobre mi pecho. 

(Gerardo Diego)



Decimotercera Estación

 JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE

"Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala." (Jn 19,25)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo




He aquí helados, cristalinos, 
sobre el virginal regazo, 
muertos ya para el abrazo, 
aquellos miembros divinos. 
Huyeron los asesinos. 
Qué soledad sin colores. 
Oh, Madre mía, no llores. 
Cómo lloraba María. 
La llaman desde aquel día 
la Virgen de los Dolores. 

¿Quién fue el escultor que pudo 
dar morbidez al marfil? 
¿Quién apuró su buril 
en el prodigio desnudo? 
Yo, Madre mía, fui el rudo 
artífice, fui el profano 
que modelé con mi mano 
ese triunfo de la muerte 
sobre el cual tu piedad vierte 
cálidas perlas en vano. 

(Gerardo Diego)



Decimocuarta Estación

 JESÚS ES SEPULTADO

 "Estaban tan asustadas que no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Pero ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?.No está aquí. Resucitó. Acordaos de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea." (Lc 24, 5-6)

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo



Fue un José el primer varón 
que a Jesús tomó en sus brazos, 
y otro José en tiernos lazos 
le estrecha de compasión. 
Con grave, infinita unción 
el sagrado cuerpo baja 
y en un lienzo le amortaja. 
Luego le da sepultura 
y una piedra en la abertura 
de la roca viva encaja. 

Como póstuma jornada 
de tu vía de amargura, 
admiro en la sepultura 
tu heroica carne sellada. 
Señor, ya no queda nada 
por hacer. Señor, permite 
que humildemente te imite, 
que contigo viva y muera, 
y en luz no perecedera, 
que como Tú resucite. 

(Gerardo Diego)





Decimoquinta Estación:

JESÚS RESUCITA DE ENTRE LOS MUERTOS

-        Te adoramos, ¡Oh Cristo!, y te bendecimos

-        Que por tu santa cruz redimiste al mundo





¿Es de ingrávido sueño, 
aire o magia refleja 
este resplandor súbito, 
esta erguida presencia? 

Todo en torno se afirma, 
se deslumbra, se ciega. 
La piedra es más que nunca 
piedra, gozosa piedra; 

la humana piel confusa 
de oscuros centinelas, 
tañida del prodigio, 
centellea evidencias, 

y el alba, el alba tímida 
tan mojada y tan tierna, 
confirma de rubores 
su inocencia perfecta. 

Otra vez sobre el mundo 
la Verdad se hace cierta, 
cierta con certidumbre 
transverberada, céntrica. 

No el aire, no, ni el sueño 
ni la magia espejean 
este cuerpo armonioso 
que fulgura y destella. 

Las brisas le acarician, 
la tierra le sustenta 
y la luz que de él mana 
le ciñe y le modela. 

Pudiendo ser más leve 
que plumas o humaredas, 
humana, humildemente 
pisa la hierba, y pesa, 

y al goce del suavísimo 
tacto, contacto, prenda, 
invita -ábranse flores- 
a las yemas incrédulas. 

Resurrección. Oh gloria 
taladrada y tan nuestra, 
tan de hueso y de carne 
firme, caliente, fresca. 

Por Ti, Jesús, tan nuevo 
hoy con tus cinco estrellas 
que en cifra dibujada 
tu caridad constelan, 

por Ti, Señor, devuelto 
a la luz que te estrecha, 
al amor que te ciñe, 
al aura que te besa, 

por ti, todo nos canta, 
oh divina certeza 
para después del tiempo, 
quieta ya primavera. 

(Gerardo Diego)