03 abril, 2024

LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS

 

El texto de los discípulos de Emaús sigue siendo paradigmático en la invitación a la fe por parte de

la Iglesia: 


“El encuentro de los discípulos de Emaús con Jesús, descrito por el evangelista   Lucas (cf. 24,13-35), representa en cierto sentido el modelo de una catequesis en cuyo centro está la «explicación de las Escrituras», que sólo Cristo es capaz de dar (cf. Lc 24,27-28), mostrando en sí mismo su cumplimiento. De este modo, renace la esperanza más fuerte que cualquier fracaso, y hace de aquellos discípulos testigos convencidos y creíbles del Resucitado” 

(Benedicto XVI, Verbum Domini §74).



Proponemos una lectura inicial del «encuentro de Emaús» en tres puntos:

·         Jesús sale al encuentro

·         Jesús explica las Escrituras

·         Del encuentro nace la misión

 

1. Jesús sale al encuentro

¿De qué habláis?  Lucas no presenta a un Jesús sermonero, sino a alguien que saca la conversación de lo que les pasa. La primera palabra es ¿Qué tal estás? ¿Cómo te va la vida? ¿Qué te preocupa? Jesús se hace el encontradizo, nos busca en el camino de la vida, en lo que nos preocupa a cada uno de nosotros.


‘Lo de Jesús…’ Todos nosotros los que estamos aquí reunidos podríamos hablar de Jesús un buen rato. Ahora bien, ¿yo ‘sé decir cosas acerca de Jesús’, o ‘yo tengo experiencia de Jesús como salvador en mi vida? Los discípulos de Emaús conocían a Jesús. Habían convivido con Él. Pero no habían tenido la experiencia de que Jesús está vivo, de su Resurrección. Ellos ‘andaban por el camino’, ‘Jesús se les acercó’, ‘pero no lo reconocieron’. Los ‘ojos del cuerpo’ los tenían bien. Pero los ‘ojos de la fe’ estaban ciegos.


‘Fue un profeta’. Hay muchas personas que saben cosas de Jesús pero no aceptan que sea el Hijo de Dios. Por eso, cuando tienen que hablar de él dicen que ‘fue un profeta’, pero nada más. Reconocen a un gran hombre, pero no a aquel que nos ha salvado. Hay grupos religiosos, que lo admiran por lo que hizo o dijo, por la forma en que murió. Pero para ser cristianos no basta. Hay que afirmar y creer que Jesús, es el ‘Hijo de Dios’.


Es verdad que… Aquellos hombres lo vieron colgando del madero. Lo vieron morir, y se asustaron. Todo ha sido un fracaso y lo mejor es que cada uno se vuelva a su casa. Esa es la gran tentación que tenemos hoy muchos cristiano: ver a Jesús como un personaje del pasado, fracasado, o que al menos ya no es significativo en esta sociedad. 

 

2. Jesús explica las Escrituras

 

Las ‘Escrituras’ deben ser explicadas. No en vano son de una cultura ajena a la nuestra (nosotros somos herederos de la filosofía racionalista de los griegos, del mundo jurídico de los romanos) y la Biblia habla con una mentalidad propia de los pueblos del Próximo Oriente: llena de fantasías, llena de coloridos, llena de narraciones espléndidas… Además la Biblia fue escrita hace más de dos mil años. Para entender la Biblia hay dos ‘claves’ que no pueden fallar. Que son como la ‘llave de acceso’ a los misterios que contiene.


La primera es que es una Historia de Salvación. Lo importante no son los datos sueltos que a veces nos despistan de lo importante. La Sagrada Escritura nos dice que Dios tiene un plan de salvación y que lo va llevando adelante, a pesar de todas las dificultades (pecados) que aparecen a lo largo de la Historia. Es la salvación de un pueblo, y es la salvación de las personas. De cada uno de nosotros. La Biblia habla de mí, porque yo también quiero ser fiel a Dios a pesar de las dificultades como Abrahán, o porque yo también tengo que atravesar desiertos en mi vida como Moisés.


La segunda clave es que Cristo es el verdadero intérprete de la Biblia. ¿De quién hablan los oráculos del Emmanuel del Tiempo de Adviento? ¿De quién habla los Cantos del Siervo del profeta Isaías? ¿A quién anuncian los grandes hombres bíblicos cuando nos dicen que Dios no abandona a su pueblo y que enviará a un Mesías? A Jesucristo.


‘Quédate con nosotros’. Los que le invitan a quedarse con ellos, son sin que se den cuenta los invitados a la mesa. A veces pensamos que somos nosotros los que invitamos a Jesús; pero es Él el que nos invita a nosotros. La iniciativa es siempre suya. Nosotros le necesitamos a Él, necesitamos alimentarnos con su cuerpo. Cuando vamos, él ya tiene la mesa preparada y nos parte el pan.


‘Le reconocieron al partir el pan’. A Jesús se le reconoce en el camino de la vida, en las Escrituras y en la Eucaristía. La fe es necesaria en los tres casos ¿Por qué reconocer que en esa persona débil está presente Jesús invitándonos a que nos acerquemos? ¿Por qué creer que en unos textos antiguos está Jesús invitándonos a que le conozcamos más? ¿Por qué creer que Jesús se hace presente en un poco de pan y de vino? Porque está vivo, porque no es un personaje de la historia pasada. Él mismo es que nos parte el pan.

           

3. Del encuentro nace la misión

¿No ardía nuestro corazón? Fijaos el cambio. Los mismos que al comienzo del texto estaban cariacontecidos, hundidos… ahora dicen que el corazón les arde. No dicen que la cabeza lo entienda todo, sino que su vida ha sido ‘tocada’ por una experiencia distinta. No basta con ‘conocer’ la historia de Jesús, sino ‘reconocerlo’. De aquí nace la misión. Cuando se vive el gozo de Cristo Resucitado, se sale con alegría desbordante a proclamarlo, a decirlo, porque no se puede callar. Lo demás es ideología. El futuro de la Iglesia no depende de las ideologías, sino de la fe en Jesús Resucitado.


Volvieron donde estaban los Doce. A veces pensamos que la fe es un camino individual: ’Tengo que ser feliz’, o ‘tengo que realizarme’, o ‘tengo que hacer mi proceso’. Esto puede ser bueno y necesario, pero no agota la fe cristiana. La fe cristiana es fundamentalmente comunitaria. No consiste en que yo solo me salve o que yo solo sea feliz. Es un camino que emprendemos todos y al que estamos llamados todos. 

Pedro Fraile

 


 

LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS (Lc 24,13-35)

 

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una  aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.  

Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»  

1) Jesús se pone a caminar con ellos.

-iban comentando

- Estaban ‘ciegos’

Les  pregunta por la vida, lo que les preocupa

Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»  

-  Él les preguntó:   «¿Qué?»  

- Ellos le contestaron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un «profeta» poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. 

Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»  

2) Expectativas

Frustradas: 

- fue un «profeta»

-‘nosotros esperábamos…’

 

Visión incompleta y parcial: «profeta» poderoso; un hombre  bueno, pero lo mataron y todo se acabó…

La Resurrección

Entonces Jesús les dijo:«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»  

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

3) ¿Quién es Jesús? 

 

Jesús es el Mesías esperado (cumple la Ley y los profetas)

Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»  Y entró para quedarse con ellos.

4) Súplica

            Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.  

5) EUCARISTÍA

- lo reconocieron

Ellos comentaron:  

— «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»  

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:  

—«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»  

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.  

6) Comprensión, comunión y misión

 

- Entienden las Escrituras

- Vuelven a Jerusalén

- Cuentan todo lo que les ha sucedido

 

 


DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO (Segundo Domingo de Pascua)

Lectura del santo evangelio según san JUAN 20,19-31


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

Paz a vosotros.


Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
–Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
–Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
–Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
–Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
–Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
–¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:

–¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor



El evangelio que leemos recoge dos escenas separadas por una indicación temporal: «a los ocho días». En ambos casos se trata de escenas de apariciones del resucitado que recogen la vida, las dificultades y los temores de la segunda generación cristiana.

Empecemos por la primera. Los discípulos están “encerrados en una casa”. El texto no da más detalles. Cuando se va a Jerusalén, en el Monte Sion se recuerda esta escena en el recinto del llamado «cenáculo»; pero el texto joánico no explicita su ubicación. El día donde acontece el encuentro es “el primero de la semana” (no es correcto traducir como “domingo”), según el cómputo de la semana judía que acaba el sábado (shabbát). El evangelista dibuja una escena de “cerrazón” y de “miedo”; la mención de los judíos, en este caso, se debe leer en consonancia con todo el evangelio de Juan: "los judíos" representan al gran grupo de los que se resisten a Jesús, sin precisar en nombres particulares. El saludo de Jesús es de “paz”, por dos veces (shalom, que no es solo ausencia de guerra sino vida plena). La reacción de los discípulos es de “alegría”.

La escena es densa: contiene una manifestación de la identidad del Resucitado (“les enseñó las manos y el costado”, el resucitado es “el mismo” que el resucitado). Contiene así mismo la mención de la misión: Jesús es el Enviado del Padre y el él nos envía a la misión. Más aún, Jesús sopla sobre los discípulos (podemos ver una referencia que remite al soplo de Dios creador sobre el primer hombre, Gen 2,7). El Espíritu Santo no es ajeno a Jesús, sino que es el Espíritu de Jesús que conlleva el perdón de los pecados. “Atar” y “desatar”; “perdonar” y “retener ese perdón”, son expresión en un paralelismo binario propio del pensamiento judío.  La primera escena concluye con la severa duda de fe de Tomás; es el “modelo/tipo” de la resistencia personal a la fe, en todos los tiempos. Ante la confesión de los discípulos del “hemos visto al Señor”, Tomás que no estaba presente, exige pruebas.

A los “ocho días” la escena se repite, pero con Jesús y Tomás como protagonistas. Jesús no es un “fantasma”, pues le dice que “meta los dedos” en su costado. La resurrección no es una alucinación colectiva, ni una huida hacia adelante. Jesús le pide fe, y ante la confesión de Tomás, «Señor mío y Dios mío», Jesús pronuncia una «bienaventuranza»: “dichosos los que crean sin haber visto”. Tomás puede ser figura del hombre moderno, que exige pruebas para dar el «salto propio de la fe». No quiere decir «creo» sin haberlo él mismo comprobado personalmente. La aparición a Tomás añade un dato importante: el crucificado es el resucitado. Jesús le pide que meta sus dedos en sus manos y en sus costados, para que tome conciencia y certeza de que no es un fantasma. Jesús es «él mismo», «él en persona», pero no es «el mismo», porque ahora es el Cristo vivo y glorioso. La fe cristiana presupone el encuentro con el Resucitado, sin excluir a los que, como Tomás, quieren entender para dar el paso a la fe.


Pedro Fraile