29 febrero, 2016

QUINTA PARTE DEL PADRENUESTRO (Respuesta al de Ada Colau)

5. LAS CUATRO PETICIONES


Ya indicamos que el Padrenuestro según san Mateo tiene dos partes. La primera parte (Mt 6,9-10) invita a poner la mirada en Dios. Jesús llama a Dios «Padre» y sus discípulos deben aprender a llamarlo y a vivirlo igual, como «Padre». Luego el orante, pide que llegue el Reino. El tercer aspecto tiene que ver con la «voluntad» de Dios. 

La segunda parte (Mt 6,11-13) se dirige a los discípulos, que deben pedir las cosas que son fundamentales: El pan que nos alimenta y nos sostiene. El perdón y la reconciliación como fundamento de vida. La bendición divina para no caer en la tentación que haga abandonar el seguimiento tras otras seducciones y para llevar una vida a su servicio.


5.1. Danos hoy el pan cotidiano


En esta petición el orante (nosotros), suplicamos lo necesario para vivir dignamente en un mundo superficial e injusto.

El pan necesario. Hace poco oí esta expresión: ‘La sociedad moderna ha socializado la superficialidad’. Sin duda es un certero análisis.

También podemos apelar a una «sociedad de consumo» (a la que con frecuencia se le pone el eufemismo de «sociedad del bienestar») cuyo lema es: ‘comprar lo que no necesitamos, con el dinero que no tenemos, para agradar a gente que no nos importa’.

Aún podemos dar un paso más: ¿vivimos por encima de nuestras posibilidades, en una carrera por llegar a ningún sitio? ¿pensamos que el acumular bienes es un «seguro de vida»? Si es así, entonces comprendemos mejor la petición de Jesús: «concédenos alimentarnos con dignidad, porque somos personas». Esta es la oración. Y podríamos añadir «concédenos compartir nuestro pan con los que no tiene». Entonces la oración es plenamente cristiana.

Del Señor es la tierra. El israelita tiene conciencia de que la tierra es de Dios y el hombre sólo es su administrador:


Del Señor es la tierra y cuanto lo llena,

el orbe y todos sus habitantes:

El la fundó sobre los mares,

El la afianzó sobre los ríos. (Sal 25,1)


Por eso, porque él es el Señor, no permite que unos hombres vivan a costa de otros.¿No sabéis cuál es el ayuno que me agrada? Abrir las prisiones injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los oprimidos, romper todos los yugos;  repartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no eludir al que es tu propia carne. (Is 58,6-7)

¿Qué dice Jesús? Jesús no tiene un discurso sobre economía, pero habla de los verdaderos tesoros y de qué hacer con la riqueza. El hombre es un ser muy importante com para medirse por dinero; el verdadero tesoro está en el corazón, no en los bienes acumulados. "No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen y donde los ladrones socavan y roban". Atesorad, más bien, en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socavan ni roban; porque donde está tu tesoro, allí está también tu corazón". (Mt 6,19-20)

Jesús tiene también palabras muy duras contra los que quieren dar una a Dios y otra al diablo. El corazón del ser humano está hecho para servir, para adorar; y son imposibles las medias tintas o los enjuagues. "Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero". (Lc 16,13)

5.2. Perdónanos nuestras ofensas


En esta segunda petición partimos de que debemos tener experiencia del perdón y debemos aprender a perdonar. Hoy se habla de «ser sanados» en el cuerpo y en el espíritu. La gente que está herida no puede perdonar.

Saberse perdonados. Para entender la experiencia del perdón hay que partir de la experiencia de haber sido algún día perdonados (no excusados o disculpados). Sólo así se entiende el amor incondicional, generoso, gratuito, que supone el perdón. Esta experiencia no es en absoluto evidente ni fácil. Para unos no se puede perdonar: «ni olvido ni perdono», porque el sentimiento natural es la venganza. Para otros no es comprensible el perdón porque se considera una debilidad propia de los inferiores. Los que así piensan, los que  se creen por encima de los demás dicen: «¡yo no pido perdón!».

Sin embargo Jesús habla con frecuencia del perdón. Lucas, en el capítulo quince, tiene tres parábolas famosas. En las tres habla de la alegría que hay en el cielo por un pecador que hace la experiencia de sentirse perdonado.

El perdón ¿tiene límites? Puede ser que una, dos, tres veces perdonemos, pero ¿hasta cuándo? El corazón humano lleva cuentas; puede ser generoso, pero tiene un límite. ‘Pedro se acercó y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le dijo: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete’. (Mt 18,21).

La oración de Jesús. Jesús en la cruz perdona a los que le han condenado. ‘Jesús decía: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". (Lc 23, 34). ¿Un bonito final feliz poco creíble? Si Jesús hubiera muerto en la cruz maldiciendo, renegando, pidiendo venganza, la cruz hubiera sido para siempre no sólo «patíbulo» de represión romana, sino signo de maldición. Sin embargo el perdón de Jesús transforma la condena injusta en puerta real de salvación. En el «perdónales» Jesús acoge a toda la humanidad necesitada de perdón.


5.3. No nos dejes caer en tentación


Las tentaciones evidentes y las sutiles. ¿Sólo las tentaciones «evidentes», las carnales, las pasionales? ¿No hay otras tentaciones que están en lo más profundo del ser humano? Son las tentaciones que atraviesan tiempos, culturas y experiencias humanas:


-        Querer ser como Dios (Adán)

-        Querer vivir de espaldas al hermano (Caín)

-        Querer alcanzar los cielos y destronar a Dios (Babel)

-        Adorar lo que no es Dios


Los tres evangelios dicen que también Jesús fue sometido a las tentaciones, pero que resistió. Las tentaciones no son signo de debilidad, sino de humanidad. Porque somos humanos somos tentados, si bien se puede «resistir» a la tentación, como lo hizo Jesús. Jesús, en su misión de Mesías, fue sometido a cuatro propuestas sutiles:

-        la tentación de ser un «benefactor» todopoderoso y generoso que cubriera las carencias de la humanidad. Transformar las piedras en panes, de forma que todo el mundo reconocería su condición. Es convertir la fe en magia.

-        la tentación de hacer signos portentosos (tirarse del Pináculo del Templo al cauce seco del río Cedrón), demostrando sus poderes. Es convertir la fe en milagrería.


-        la tentación de ceder ante los medios habituales de poder, de control de masas, vendiendo incluso su alma al diablo: «todo esto te daré si me adoras». Es convertir la fe en un mecanismo más de poder y sumisión. 


La tentación del «yo». En el ritual del bautismo una de las fórmulas para las «renuncias al mal», previas a la confesión de fe, dicen: ¿renunciáis a creeros superiores? ¿a pensar que ya estáis convertidos del todo? En el fondo está el «egotismo», esto es, el culto al «yo/mi/me/conmigo». Uno de los rasgos diferenciadores de la fe cristiana es que sólo se puede vivir abierto a los demás. La prueba de la veracidad de la fe cristiana es precisamente esta, el unir el amor a los demás con el amor al prójimo. Dicho de otra forma, salir de uno mismo y pensar en los demás. Una expresión religiosa, por noble que sea, que se cierre a los demás no será cristiana. Tanto Jesús como san Pablo lo dicen expresamente.


"Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?". Él le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.  Éste es el principal y primer mandamiento.  El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se resume toda la ley y los profetas". (Mt 22,39).


No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro mandamiento, todo se reduce a esto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El que ama no hace mal al prójimo; así que la plenitud de la ley es el amor. (Rom 13,9)


Las idolatrías. No existen los espacios vacíos; tampoco en la vida espiritual. Si no está lleno de Dios se buscan otros sustitutos, consciente o inconscientemente. Si Dios no ocupa el corazón del hombre, pronto vendrás otros que ocupen el lugar reservado para él y además lo harán de forma invasiva.

Dios en la Biblia es tremendamente duro, es implacable contra los que quieren echar a Dios del corazón humano para ocuparlo: sea el poder, sea la avaricia, sean los falsos dioses que no liberan sino que esclavizan. Dios no admite competencias.


5.4. Líbranos del mal


            El mal es antidivino. La Biblia nos recuerda de forma insistente de que el mal es una realidad que cubre la historia de la humanidad desde su mismo interior, desde que el mundo es mundo; pero que ni ha sido querido por Dios ni forma parte del designio divino. Jesús habla de la presencia de este mal en la parábola del trigo y de la cizaña:Les propuso otra parábola: "El reino de Dios es semejante a un hombre que sembró buena semilla en un campo. Mientras sus hombres dormían, vino su enemigo, esparció cizaña en medio del trigo y se fue. Pero cuando creció la hierba y llevó fruto, apareció también la cizaña. (Mt 13,24-26)

No se trata de una justificación de una realidad que no dominamos, ante la que no podemos sino someternos de una forma sumisa, sino de ser consciente de la realidad. Una realidad que, en muchas ocasiones, nace de nuestra condición de ser «criaturas» y por tanto temporales y limitados; de ser «de barro» y por tanto débiles, o de haber sido creados «libres», y por tanto con opción a decidir e incluso a equivocarnos.

El mal es antihumano. San Ireneo de Lyon, un santo Padre del siglo II, decía que ‘La gloria de Dios es que el hombre viva’. Dicho de otra forma: no podemos imaginarnos la Gloria de Dios como la de los Pachás orientales, arrellanados en sus divanes sin preocuparse de nada. La mejor forma de entender cómo es el Dios que se nos revela en la Biblia es recordar al profeta Isaías. ¿Qué me importa la multitud de vuestros sacrificios? -dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasas de becerros; la sangre de novillos, de corderos y de machos cabríos me hastía. (…)Cuando extendéis las manos, aparto mis ojos de vosotros; aunque multipliquéis vuestras plegarias, no las escucho. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, alejad vuestras malas acciones de mis ojos; dejad de hacer el mal. Aprended a hacer el bien, buscad lo que es justo, socorred al oprimido, haced justicia al huérfano, defended a la viuda. (Is 1,11-17)

El mal es antipersona. Hoy se habla de las «minas antipersona», queriendo expresar la dureza y crudeza de unas armas que están pensadas no para disuadir, sino para hacer el mayor daño posible y de forma indiscriminada (soldados o civiles, ancianos o niños) a las personas que las pisen. Pues bien, podríamos decir que el «mal», en genérico, sin más matices es «antipersona».