05 enero, 2015

REYES REPUBLICANOS: ORIENTE Y OCCIDENTE



            Mañana es la fiesta de los «Reyes Magos». Es una fiesta oriental en occidente. Desde aquí mi recuerdo a todos los cristianos perseguidos de Siria e Irak, uno de los lugares donde nació la Iglesia y de donde proceden estas tradiciones.
            Si leemos el evangelio de Mateo (años 80-90 de la era cristiana), que para muchos exegetas se edita en la comunidad de Antioquía (hoy Siria), el texto solo dice «Magos». No habla para nada de «reyes». Tampoco nos dice sus nombres; sí nos informa de que le ofrecieron «oro, incienso y mirra». Los personajes se inscriben en la historia de Herodes el cruel, que había decretado la matanza de todos los niños menores de dos años para que nadie le usurpase el trono. Lo importante en el evangelio es que unos «sabios extranjeros» reconocen a Jesús como Mesías y le adoran: Jesús es para todos los pueblos de la tierra.
 Podemos investigar un poco más. Si leemos el texto más antiguo donde aparecen estos personajes, la «Cueva de los tesoros» en cualquiera de sus tres versiones (versión siríaca occidental, siríaco oriental o árabe, siglos III-IV), habla también de «Magos», si bien hace referencia a unos «reyes».

‘Los Magos vieron al anciano José, a María y al recién nacido. Estaban estupefactos. Pero sus entendimientos no dudaron, sino que cuando vieron toda aquella humilde pobreza, se acercaron con temor a adorarle respetuosamente. También le ofrecieron sus presentes, el oro, la mirra y el incienso (La cueva de los tesoros. Versión siriaca. Texto de la recensión occidental. Cap. XLVI, 9; Ciudad Nueva, Madrid 2004).

Esta tradición antiquísima de la Iglesia siria explica el porqué de esta confusión:

«Fueron llamados magos a causa de la túnica que vestían, pero en realidad eran reyes. Seguían la costumbre de los reyes paganos, que cuando hacen sacrificios a sus dioses emplean dos vestiduras: la del reino en el interior y la de la magia en el exterior’ ((La cueva de los tesoros. Versión siriaca. Texto de la recensión occidental. Cap. XLVI, 3; Ciudad Nueva, Madrid 2004).

            En aquellas zonas orientales, en los alrededores del monte Ararat (hoy frontera entre Turquía y Armenia), se extendía en la antigüedad el gran reino de Armenia, hoy reducido a unas ciudades en las faldas del Cáucaso. Los armenios son el primer reino cristiano de la historia, anterior incluso al propio Constantino el Grande (comienzos del siglo IV d.C.). Los armenios tienen su propia versión de la infancia de Jesús. En sus textos nos dicen que eran persas, que eran reyes, y nos proporcionan sus nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar:

‘Un ángel del Señor se apresuró a ir al país de los persas para prevenir a los reyes magos y ordenarles que fueran a adorar al niño recién nacido (…) Los reyes eran Melchor, Gaspar y Baltasar’ (Evangelio armenio de la infancia, V, 10; en: A. de Santos, Los evangelios apócrifos, BAC 148, Madrid 1975).

            Nosotros somos «cristianos de occidente». Eso de los «reyes» suena a estirpe monárquica, a «casa real», a «linaje», a «sangre azul». Con la que está cayendo algunos se quedan con lo de «magos» y quitan lo de «reyes». Un amigo mío me decía antes de ayer haciendo un juego de palabras: «bueno, a mi encanta la fiesta de los reyes, aunque soy republicano».  A mis sobrinos, a los hijos de mis amigos, a todos los míos les encanta este «día monárquico» en sus términos, aunque algunos de ellos tengan «corazón republicano».
Occidente le debe mucho a Oriente. Los cristianos de occidente hemos bebido, y seguimos bebiendo, pues la Biblia nace en las tierras orientales, de aquellas fecundas aguas y de aquellas imprevisibles tierras, ya desérticas, ya feraces en extensas vegas.
            ¿Por qué seguir celebrando nosotros, en occidente, el día de los «reyes magos» aunque, una  vez más, los «merchandaisings» de la sociedad de consumo se apropie de la fiesta, la desvirtúe y la corrompa haciendo de ella un motivo para adorar al dios dinero? Por muchas razones.
            Primera, porque es una fiesta cristiana. Celebramos que «Dios es para todas las naciones de la tierra». Dios no es occidental. Tampoco oriental. Dios es Dios. Los tres personajes engloban a todos los pueblos y naciones que reconocen en Jesús a Dios, y lo adoran.
            Segunda, porque es una fiesta de los niños. Fiesta para soñar, para abrir los ojos y la boca en una caras únicas, para dormir con un ojo abierto y otro cerrado, para oír a los reyes entrando por el balcón y dejando unos regalos magníficos, para ir a entregar la carta a los pajes de los reyes, con la seguridad de que se la van a entregar y van a saber qué han pedido…
            Tercero, porque es una fiesta con sabor a «antaño y hogaño». No podemos permitirnos el lujo de arrasar con el pasado y no querer luego pagar los cristales rotos, las consecuencias. Esta fiesta nos ata a nuestro pasado más tierno, más humano, más nuestro. Entendamos la palabra «tradición», bien encajada. Los «reyes magos» forman parte de nuestro paisaje cultural, de nuestras canciones y villancicos, de nuestros recuerdos como pueblo.
            Cuarto, porque en un mundo que rompe con lo simbólico y sólo nos encamina a lo material, hay que optar por lo poético, por lo ensoñador, por lo gratuito, por lo emblemático, por lo simpático. Somos humanos que sueñan y juegan y ríen y hacen bromas para vivir.
            ¿Os sirven algunas de estas razones? ¿Cuáles son las vuestras? De cualquier forma, «buenos reyes» a todos.

Pedro Ignacio Fraile Yécora
5 de Enero de 2014
http://pedrofraile.blogspot.com.es/