10 septiembre, 2013

LAS RELIGIONES DE SUSTITUCIÓN


            Dos acontecimientos, un nombre y una anécdota para principiar esta reflexión. El sábado por la noche recibíamos el «varapalo» que nos expulsaba definitivamente de la organización de los JJ.OO. por parte de Madrid, para el no cercano año de 2020. Se esfumaban muchas expectativas económicas y la posibilidad de ofrecer al mundo la liturgia de imágenes, colores, espectáculos y sensaciones más potente en la actualidad. Algunos lloraban, otros se lamentaban, otros veían cómo su «tabla de salvación» se iba camino del país del sol naciente.

            El segundo acontecimiento tiene lugar con la «Diada», día nacional de Cataluña, como lo tenemos en todas las comunidades autónomas donde ratificamos nuestra identidad y diferencia en el respeto: Día de Aragón el día de san Jorge, Día de Castilla en esta misma fecha aunque por motivo distinto-los comuneros-, Día de Andalucía, con Blas Infante etc. Una ‘diada’ que ha derivado de forma patente en una jornada reivindicativa nacionalista.

            Por nombre elegimos el de Bale, un señor requetepeinado inglés (del que dicen que da muy bien patadas al balón) y por el que han pagado la bonita cifra de 1.000 millones de euros; el chiste es fácil: «¿Bale los vale?».

            La anécdota es una presentadora de televisión que recomendaba ayer a un compañero de trabajo (¿trabajo?), un amuleto: «te lo recomiendo; a mí me ha ido muy bien».

            Resumiendo: un acontecimiento deportivo litúrgico con inexcusables lecturas políticas salvíficas; un acontecimiento festivo, histórico, social y popular con imprevisibles consecuencias políticas;  un nombre que resuena a «ídolo» adorado; y un recurso tan antiguo como el ser humano a la ayuda extracorporal y suprahumana.

            El ser humano es un ser religioso por naturaleza. Cuando no se «religa» a Dios, se religa al éxtasis que supone la belleza del cuerpo humano que busca romper sus límites: «altius, citius, fortius» (más alto, más rápido y más fuerte). El ser humano necesita expresar públicamente y de forma bella y esplendorosa un canto a su poder: es la liturgia de los cuerpos que se retuercen y se ponen al máximo en una carrera de belleza, potencia y esfuerzo. Es una liturgia «prometeica». Bella, luminosa, humana.

            El segundo punto es extremadamente delicado. Una canción juvenil de hace años cantaba «somos ciudadanos de un mundo que fue creado como casa de todos»; los anarquistas con pedigrí se definen como «internacionalistas», porque no admiten fronteras. Desde un punto de vista naturalista, mi hermano me dijo un día: «si en el aire no hay fronteras, ¿por qué las ponemos en la tierra? Los animales no conocen fronteras…¡las ponemos los humanos!».  El cristianismo es, por definición, universal: ‘id por todo el mundo y anunciad el evangelio’. ¿Los nacionalismos son un ‘adelanto’ o un ‘retraso’? ¿Vamos hacia la «casa de todos» o hacia «mi casa»? Los nacionalismos tienen tanta fuerza que coaligan en torno a ellos toda una simbología, una argumentación, unas liturgias de identidad, diferenciación y pertenencia… que sólo son comparables con la religión.

            El futbolista Bale me vale (me sirve) para hacer referencia a los ídolos y a la idolatría. Cuando no hay referencias personales a las que seguir o por las que luchar, se imponen los «dioses de barro». Nada nuevo; en la Biblia el pueblo de Israel se hizo un «becerro de oro». El ser humano es «adorador». Adora lo que le propongan de forma satisfactoria y sugerente. La fe cristiana también es adoradora; pero dice: «no adoréis a nadie más que a él» (a Dios, y a Jesús, el Hijo de Dios).

            Por último, los amuletos. La vida no se controla: rachas de buena o mala suerte; enfermedades;  exámenes; búsquedas de trabajo; altibajos en el amor… Los amuletos conviven con el ser humano en todas las culturas. Los amuletos van de mano con la magia. Las religiones serias los aborrecen (judaísmo, cristianismo, Islam-siempre las nombro por orden de aparición en la historia). La gente sencilla (o no sencilla, pero que piensa que pertenecer a una religión de forma confesante es un retraso), hacen renacer, si algún día habían desaparecido, el eterno retorno de los amuletos.

            Cuando decimos «no» a Dios, el que nos sostiene y provoca; el que nos confunde porque no siempre nos da lo que pedimos; el que se calla cuando más queremos que hable; el Dios que no se deja manipular, porque un Dios blandiblup no sería Dios; el Dios que se compadece de los pequeños y debilitados… cuando decimos «no» a Dios, porque nos parece que está pasado de moda… aparecen las «religiones de sustitución»: culto al deporte o culto al país; adoración al ídolo con pies de barro y amuletos que nos protejan.

            Siglo XXI. Año 2013. ¿Van a desaparecer las religiones? ¿Van a purificarse las religiones? ¿Vamos a aprender, de una vez, que cuando quitamos de nuestra vida a Dios salen como las setas en otoño, las «religiones de sustitución»?

 

Pedro Ignacio Fraile Yécora

10 de Septiembe de 2013

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