Poemas del peregrino

Esta página recoge todos los poemas que voy haciendo. Muchos de ellos están tomados de mis dos libros publicados: 'Para mi la vida es Cristo', Editorial San Pablo (2008), y 'Shema. Lee, escucha y ama', Editorial San Pablo (2010).

Otros son poemas que publico en mis colaboraciones con tres hojas pensadas para la predicación y las celebraciones dominicales: Hoja Eucaristía, Dabar y Homilética.

Otros, por fin, son poemas que no he publicado en ningún sitio, pero que quiero compartir.
Los podéis usar siempre que sea para bien, y un ruego, que pongáis mi nombre, para evitar confusiones innecesarias.




«RASTRO, ROSTRO, RETO, RESTO»




«Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde,
que confiará en el nombre del Señor.
El RESTO de Israel no cometerá maldades,
ni dirá mentiras’. (Sof 2;3)

Seguimos el «rastro» de las pistas
que nos indican una meta
aunque a veces preguntamos: ¿hacia dónde?


Ponemos «rostro» a las personas,
«arrostramos» un problema,
queremos ver el «rostro» de Dios.


La vida se nos despierta cada mañana
como un «reto» nuevo: qué hacer,
qué decir, qué decisiones tomar.


El «resto» parece indicar lo sobrante,
lo «prescindible», lo «necesario».

(…)

Dios habla y dice:
Os dejo un «rastro» a seguir,
si queréis ver mi «rostro»,
si no os dan miedo los «retos»:
Yo os hablo en los pequeños,
me digo en los que creen,
me doy en los que esperan y aman,
me revelo no en los «imprescindibles»,
sino en el «resto».
Pedro Fraile
Octubre 2013



«UN CORAZÓN SENCILLO»

"Te conocía sólo de oídas, 
ahora te han visto mis ojos" (Job 42,5).

Señor, tú me sondeas y me conoces.
Conoces mis ilusiones
y sabes de mis preocupaciones.
A veces quiero escaparme de tu presencia,
Gritar que no te conozco.
Pero ¿cómo cerrarme a ti,
que me has dado la vida?
¿cómo gritar que no te conozco,
cuando sé que estás presente?
Dame un corazón sencillo que pueda descubrirte,
Un espíritu alegre que pueda bendecirte,
Un alma agradecida que sepa reconocerte.
Que descubra la Sabiduría que procede de Ti,
que Jesucristo sea luz en mis decisiones,
claridad en mis noches,
sosiego en mi  desazón.
Señor, tú me sondeas y me conoces.



«GRABADO EN LAS PALMAS DE LAS MANOS»

Texto: Is 49,7-16 

Mi oración es pobre, Señor,
y repito ante ti mis quejas:
El consumismo me tiene atrapado,
el rencor reaparece como un fantasma,
la comodidad me hace insensible,
la superficialidad agosta mi vida.
¿Cómo cambiar mi corazón
si no tengo tu gracia?
¿Cómo aceptar tu perdón
si me cuesta perdonar?
¿Cómo pensar en los demás
si el centro lo ocupo solo yo?
Pero tú me repites al oído, despacito,
como el susurro de una madre:
«No temas,  no estás abandonado:
te llevo grabado  en las palmas de mis manos».

Pedro Fraile



«SEÑOR, DINOS QUE PODEMOS»
Ez 37,1-14

     Dios, Padre bueno,
     Fuente de todo consuelo y misericordia.
     Reconocemos que estamos cansados,
     Que nos falta el aliento para seguir en la brecha,
     Que se nos apodera el peso de la rutina.

     Míranos con cariño y danos tu abrazo reconfortante.
     Dinos al oído que estás con nosotros,
     Que es posible hacer un mundo conforme a tu voluntad,
     Que podemos seguir creyendo en el hombre
     Que la violencia no tiene la última palabra.

     Dios, Padre bueno, danos la fuerza de tus profetas,
     Dinos la palabra exacta para que sepamos ser
     Portadores de esperanza,
     Recreadores de la historia,
     Obreros entusiasmados de tu Reino. Amén.


«DANOS UN CORAZÓN DE CARNE»

Buen Dios, Señor de la historia,
Presente y horizonte de la humanidad
Enséñanos a leer tu palabra
como lo es en verdad,
«buena noticia»
que se dice  «para nosotros»
y que se dice « hoy».
Danos  un corazón humano,  
que sepa amar y soñar,
que te busque y no te esquive
que se admire y sepa llorar.
Danos un corazón humanado,
que sepa orar a carne viva,
que se estremezca con tus palabras
y que las haga vida de vida.
No permitas que cerremos
los oídos a tu mensaje,
los puños a tu mano extendida,
el corazón a tu voluntad.
Buen Dios, Señor de la historia
Presente y horizonte de la humanidad

«ESCUCHA AMOROSA»


Dios, Padre bueno,
que has querido mostrarnos
tus entrañas de misericordia,
tus designios de salvación
para toda la humanidad. 
Haz que escuchemos tu palabra 
con el espíritu de los niños.
Sorprendidos, boquiabiertos,
como si fuera la primera vez.  
Limpios de prejuicios,
que resuene tu voz y no la nuestra.
Dóciles y obedientes
para que ella nos transforme.
Concédenos tener hambre de tu palabra
Que la deseemos y la añoremos.
Que la pidamos como los pobres
Y la esperemos como las madres.
Danos la alegría de escucharla
y  repetirla, y rumiarla,
con el amor de los hijos.       
Que tu palabra, Señor,
nos haga discípulos de tu Hijo Jesucristo
y sigamos de cerca sus huellas. Amén.

«DESEOS DEL CORAZÓN»

Háblame, Señor, y entra en mi vida.
Hazme, Señor, pobre de espíritu.
Hiéreme, Señor, en mis entrañas.

Grita a mi oído cuando te evite.
Abre mis ojos cuando me ciegue.
Sostenme cuando tropiece.

Si tú me buscas, que no te rehúya,
si tú te me cruzas, que no te aparte,
si tú me ardes, que no te apague.

Ojalá fuera oyente de tu palabra,
ojalá aprendiera en la escuela de tu Hijo,
ojalá te buscara en el corazón de mis hermanos.

Tu voz resuena en mi vida,
mi historia bien la conoces,
¡Dame la dicha de los hijos!

«UNA ALIANZA ESCRITA EN EL CORAZÓN»

Un gesto de complicidad,
cuando los dos rivales se estrechan la mano
y prometen que no van a ser beligerantes.
Un gesto de paz,
cuando dos enemigos se abrazan
y sellan el deseo de las buenas intenciones.
Un gesto de amor,
cuando el esposo pone el anillo a la esposa
proclamando que se pertenecen y se quieren.
Un gesto de confianza en el hombre
cuando en tu Misericordia te abajas, Señor,
para estrecharnos, abrazarnos,
decirnos que nos pertenecemos:

¡Somos tu pueblo y Tú eres nuestro Dios!
Ayúdanos a comprender, Señor,
que la Alianza iniciada en el Sinaí
ha llegado a su plenitud
en la vida entregada de Jesús.
Que podamos gritar con la cabeza erguida
¡Somos tu pueblo y Tú eres nuestro Dios!

«EL DON DE LA FE»

Gracias, Señor por el don de la fe.
Es don porque la iniciativa ha sido tuya.
Tú me has llamado desde el seno de mi madre,
Tú me has acompañado,
me has corregido y me has acariciado.
Me siento un privilegiado, un elegido.
Pero, a la vez, Señor, reconozco
que tengo la tentación de creerme único,
como si tu amor sólo fuera para mí y los míos.
Tengo la tentación de sentirme con los derechos en exclusiva,   
Negándoselos a los demás.
Tengo la tentación de identificar ‘don’ con ‘inmunidad’,
Como si tuviera una ‘carta blanca’ para hacer lo que quiera.
Concédeme un corazón grande y generoso
Que acoja a los hermanos como hijos tuyos,
Y herederos de tu amor universal.
No permitas que caiga en la trampa mortal
De las ‘falsas seguridades’ que abochornan al hombre
y le incapacitan para acoger tu reino. Amén

«EL ÁRBOL DE LA VIDA»

La Tierra Prometida
está siempre detrás de aquella colina.
El guía nos dice, ‘un poco más’,
y nosotros sólo podemos musitar:  ‘ya no puedo más’.

Con voz débil le decimos:
¿Dónde estás, Señor, en este desierto?
¿Vas a dejar que tu pueblo muera renegando?
¿No vas a intervenir?
Si murmuramos, no te extrañes.    
¿Vas a castigarnos porque recordamos otros tiempos
cuando éramos insultantemente felices?

La distancia es demasiado grande
entre nuestra condición rota y tu Señorío.
No nos dejes; no renuncies a tu obra;
somos tuyos; tú nos llamaste a la vida;
tú nos regalaste el don de la fe».

Y entonces, como en una visión,
aparece la cruz del Hijo, y una voz que dice:
«En este árbol está la Vida».

Pedro Fraile

«NO PUEDO REZAR»
(Salmo 42)

No puedo rezar cuando te me escondes.
No puedo rezar cuando te me ocultas.
No puedo rezar cuando te me silencias.
No puedo rezar cuando te me apartas.

No puedo rezar si antes no me paro
a hacer silencio, a parar las prisas.
No puedo rezar si te cojo y te dejo,
como un diosecillo de baratijas.

No puedo rezar cuando me burlo del pobre.
No puedo rezar cuando uso al hombre.
No puedo rezar cuando me molesta tu presencia.
No puedo rezar cuando escupo a la cara.

No puedo rezar, pero quiero
que mi oración no sea falsa,
para acallar conciencias
ni para jugar a tus espaldas.

Concédeme, Señor, el don de la oración
en intimidad, en constancia,
en ternura y en amargura,
en gozo y en esperanza.

Pedro Fraile

«TÚ ERES MI DIOS, DIOS DEL AMOR»
1Jn 4,7-21

Cuando calculas los beneficios de tu generosidad,
cuando recueces el corazón en venganza,
cuando maldices todo lo que te rodea,
no busques allí el rostro de Dios.

Cuando pisas al que está por debajo,
cuando te ríes del que no tiene nada que ofrecer,
cuando destierras de tu vida la sonrisa,
mejor que no pronuncies el nombre de Dios.

Cuando haces bromas con los defectos ajenos,
Cuando justificas tu comodidad y egoísmo,
Cuando quieres reducir a Dios a un teorema,
no ensucies el nombre de Dios

Dios es amor y Dios se hace amor.
Dios ama y perdona, sonríe y es gratis,
busca y abraza, bendice y acoge.

Dios lo hace todo nuevo,
El cielo y la tierra,
Los días y las horas,
también el corazón.

¡Concédeme Señor comprender
que tú eres mi Dios: el Dios del Amor!

Pedro Fraile



 







«¿QUIÉN ERES JESÚS?»

Me vuelve la pregunta una y otra vez.
Parece como si no sirviera la respuesta
que di hace años, siendo aún un niño.
Se queda insuficiente,
porque la vida cambia
y la fe pide una nueva luz.

¿Un rebelde con mala suerte,
cuya fama –inexplicablemente- perdura?
¿Un hombre misterioso,
prisionero de distintos credos?
¿Un profeta de tiempos que nunca llegan?

No sirven las respuestas de otros.
Tampoco basta con repetir frases hechas.
Menos aún soporto a quienes te quieren usar,
para sus fines no siempre claros.

¿Por qué mi corazón desea conocerte?
¿Por qué mi mente busca tu verdad?
¿Por qué te rezo y quiero seguirte?


Déjame, como Pedro, mirarte a los ojos
y decir con voz queda pero segura:
‘Tú eres el Mesías’ ‘Tú eres mi Señor’
‘En ti pongo mi esperanza’ ‘Tú eres el Hijo de Dios’



«JESÚS, CAMINO, VERDAD Y VIDA»

Revelar es quitar el velo.
Rebelarse es sublevarse.
Desvelar es ver sin velos.
Rebelión es oposición.

Juan nos desvela el misterio de Jesús.
«¿Quién eres, maestro? »
«¿Dónde vives? »
Juan nos invita a la rebelión:
«¡Sois hijos de la Verdad,
no consintáis con la mentira!»
Juan nos desvela la Luz,
para que nos rebelemos contra las tinieblas.

Cuando las sendas se desdibujan,
las verdades se difuminan,
y lo vital se delimita,
haz Señor que proclame con Juan,
que desvela y se rebela:

‘Tú eres mi Camino ,
Tú eres mi Verdad,
Tú eres mi Vida’

Pedro Fraile

«¿SERVIR O TREPAR?»

Señor Jesús,
leo en tu evangelio una invitación a servir,
y me empeño en ‘buscar enchufes’.
Critico, como todos, a los hijos del Zebedeo,
y sueño con ‘trepar’ en los puestos sociales.
Me alegro cuando denuncias, sin medias tintas,
las formas de gobierno de los poderosos,
pero yo las uso con mis hermanos y vecinos.
Señor Jesús, sana mi corazón,
ponme frente a mis falsedades,
muéstrame mis contradicciones,
purifica mis deseos nunca confesados.
Señor Jesús, que la buena noticia de tu evangelio
se identifique con el  ‘servicio humilde y alegre’
¡nunca con la fuerza ni la imposición!

Pedro Fraile

«OTRA VIDA ES POSIBLE


«No se puede cambiar a según qué edad»,
Me decías convencido.
Leímos juntos el texto de Nicodemo,
Y tu corazón cambió:
¿Qué es nacer de nuevo?
¿Quién puede hacer ese  milagro en mí?
¿No estoy condenado por mi vida pasada?
¿No estoy determinado por fuerzas extrañas?
Después de leer, oramos,
Con palabras nuevas dijimos:
Señor Jesús,
No permitas que me acostumbre a la rutina,
Que me cierre a lo nuevo,
Que encarcele mi corazón.
¡Dame tu gracia y viviré!

Pedro Fraile





«DUREZA DE CORAZÓN»

Inicio un camino,
y me aferro al punto de partida.
Tomo una iniciativa,
y quiero asegurar el éxito.
Sueño con el futuro,
y necesito signos.
Te rezo, y te exijo resultados.
Leo tu palabra y busco pruebas de tu amor.

‘Por tu palabra echaré las redes’,
dijo un día Pedro a Jesús.
‘Porque tú lo dices, volveré adonde
no he podido pescar,
contra toda evidencia’,
musitó el pescador galileo.

Haz Señor, que aprenda a confiar
en tu palabra, en tus promesas, en ti.
Que sepa llorar, Padre,
como Pedro, en el mar de Galilea,
la terquedad de mi corazón.

Pedro Fraile

 «EL MIEDO A LO DESCONOCIDO»

Tuve miedo y levanté barreras.
Estaba inseguro y no quise oír.
Tuve dudas y me aferré a la costumbre
La Escritura de nuestros mayores
¡Lo decía todo; lo sabía todo;  
no hay novedad; no hay que insistir!

Un día apareció Jesús
y dijo con voz clara, para que todos lo entendiéramos,
y con voz suave para que nadie se asustara:
‘Está escrito…pero yo os digo’
Aquel día me atreví a pensar por mí mismo;
a escuchar otras palabras; a ver con otros ojos;
a quitar barreras y a levantar persianas.

Y el evangelio se abrió paso
con la claridad de lo bueno,
con la frescura de lo limpio,
con la nitidez de lo único necesario:
«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos
más pequeños, conmigo lo hicisteis»

Pedro Fraile



«RENUEVA EN MI TU MILAGRO»

De pequeño me hablaron de ti
y te dejé en el baúl de los recuerdos,
de las cosas perdidas,
de los saberes prescindibles.
Pasados los años,
cuando las preguntas importantes
las trae la vida y no los libros,
cuando quiero no pensar
y se me apodera el corazón,
has vuelto sin avisar.
He leído mucho sobre ti.
Algunos dicen que eres un personaje extraño;
que las Iglesias te han manipulado,
que te usan ladinamente para sus intereses.
Yo sólo quiero volver a la verdad primera,
a la que me enseñaron mis padres,
mis catequistas, mis abuelos…
¿Quién eres Jesús?
Si al ciego del camino le devolviste la vista,
y a la pecadora el perdón,
renueva en mi tu milagro.
Pedro Fraile


«CAERSE DEL CABALLO»

Iba montado en el caballo de mis seguridades.
Llevaba las riendas de mi montura con soltura
-al menos eso creía-
En mi ceguera y soberbia te perseguía.
Pero te apareciste, Señor,
y me derribaste de un golpe certero.
¿Quién eres? Sólo me atreví a decir
Quise resistirme con coces alocadas,
sin mirar hacia dónde se dirigían.
Pudiste más, y tu marca ha quedado en mí
¡para siempre!
¿Qué debo hacer? – fue mi pregunta-
y tú, Señor, me respondiste
¡Levántate! ¡Sé honesto! ¡Camina!
Pedro Fraile



«TÚ ERES MI DIOS, DIOS DEL AMOR»

Cuando calculas los beneficios de tu generosidad,
cuando recueces el corazón en venganza,
cuando maldices todo lo que te rodea,
no busques allí el rostro de Dios.

Cuando pisas al que está por debajo,
cuando te ríes del que no tiene nada que ofrecer,
cuando destierras de tu vida la sonrisa,
mejor que no pronuncies el nombre de Dios.

Cuando haces bromas con los defectos ajenos,
Cuando justificas tu comodidad y egoísmo,
Cuando quieres reducir a Dios a un teorema,
no ensucies el nombre de Dios

Dios es amor y Dios se hace amor.
Dios ama y perdona, sonríe y es gratis,
busca y abraza, bendice y acoge.

Dios lo hace todo nuevo,
El cielo y la tierra,
Los días y las horas,
también el corazón.

¡Concédeme Señor comprender
que tú eres mi Dios: el Dios del Amor!
Pedro Fraile


«LAS HERIDAS CICATRIZARÁN»

La queja de mi pueblo, Señor,
repite, entre dientes, con insistencia,
«ni perdono ni olvido».
La sentencia del humillado, mi Dios,
recuerda una y otra vez
que la «venganza se sirve en copa fría».

¿Dónde están tus espaldas
cubiertas de delitos ajenos?
¿Dónde queda la justicia
con los débiles que no tienen
quien les defienda?
¿Dónde está el perdón
cuando supura por las venas el odio?

Deja que repita este himno
que me saja como
un cuchillo hasta el fondo:
Sí, es verdad
«Cristo padeció por nosotros
para que sigamos sus huellas».
Sí, déjame que crea y que te diga:
«tus heridas nos han curado».

Pedro Fraile

«VEN SEÑOR JESÚS»

¡Ven pronto, Señor,
como nos prometiste!    
Las fuerzas del mal
parecen desatadas,
en una orgía de injusticias y de violencias, 
como si nadie pudiera detenerlas.

¡Ven pronto, Señor!
para mostrarnos que el camino
del bien está en la entrega,
no en las armas;
que el camino del hombre
es la justicia y la libertad,
no el abuso ni la manipulación.

¡Ven pronto, Señor!
Dinos dónde buscar la verdad;
dónde apoyarnos en la verdad;
en quién poner nuestra esperanza.

Tú respondes y dices,
¡Sí, vengo pronto!
¡Aleluya! ¡Amén!

Pedro Fraile

«DANOS UN CORAZÓN DE CARNE»

Buen Dios, Señor de la historia,
Presente y horizonte de la humanidad
Enséñanos a leer tu palabra
como lo es en verdad,
«buena noticia»
que se dice  «para nosotros»
y que se dice « hoy».
Danos  un corazón humano,  
que sepa amar y soñar,
que te busque y no te esquive
que se admire y sepa llorar.
Danos un corazón humanado,
que sepa orar a carne viva,
que se estremezca con tus palabras
y que las haga vida de vida.
No permitas que cerremos
los oídos a tu mensaje,
los puños a tu mano extendida,
el corazón a tu voluntad.
Buen Dios, Señor de la historia
Presente y horizonte de la humanidad
Pedro Fraile

«ESCUCHA AMOROSA»

     Dios, Padre bueno,
     que has querido mostrarnos
     tus entrañas de misericordia,
     tus designios de salvación
     para toda la humanidad. 
     Haz que escuchemos tu palabra 
     con el espíritu de los niños.
     Sorprendidos, boquiabiertos,
     como si fuera la primera vez.  
     Limpios de prejuicios,
     que resuene tu voz y no la nuestra.
     Dóciles y obedientes
     para que ella nos transforme.
     Concédenos tener hambre de tu palabra
     Que la deseemos y la añoremos.
     Que la pidamos como los pobres
     Y la esperemos como las madres.
     Danos la alegría de escucharla
     y  repetirla, y rumiarla,
     con el amor de los hijos.       
     Que tu palabra, Señor,
     nos haga discípulos de tu Hijo Jesucristo
     y sigamos de cerca sus huellas. Amén.

Pedro Fraile

«DESEOS DEL CORAZÓN»

Háblame, Señor, y entra en mi vida.
Hazme, Señor, pobre de espíritu.
Hiéreme, Señor, en mis entrañas.

Grita a mi oído cuando te evite.
Abre mis ojos cuando me ciegue.
Sostenme cuando tropiece.

Si tú me buscas, que no te rehúya,
si tú te me cruzas, que no te aparte,
si tú me ardes, que no te apague.

Ojalá fuera oyente de tu palabra,
ojalá aprendiera en la escuela de tu Hijo,
ojalá te buscara en el corazón de mis hermanos.

Tu voz resuena en mi vida,
mi historia bien la conoces,
¡Dame la dicha de los hijos!
Pedro Fraile

«UNA ALIANZA ESCRITA EN EL CORAZÓN»

Un gesto de complicidad,
cuando los dos rivales se estrechan la mano
y prometen que no van a ser beligerantes.

Un gesto de paz,
cuando dos enemigos se abrazan
y sellan el deseo de las buenas intenciones.

Un gesto de amor,
cuando el esposo pone el anillo a la esposa
proclamando que se pertenecen y se quieren.

Un gesto de confianza en el hombre
cuando en tu Misericordia te abajas, Señor,
para estrecharnos, abrazarnos,
decirnos que nos pertenecemos:

¡Somos tu pueblo y Tú eres nuestro Dios!
Ayúdanos a comprender, Señor,
que la Alianza iniciada en el Sinaí
ha llegado a su plenitud
en la vida entregada de Jesús.
Que podamos gritar con la cabeza erguida
¡Somos tu pueblo y Tú eres nuestro Dios!


Pedro Fraile


«¿QUIÉN ERES JESÚS?»

Me vuelve la pregunta una y otra vez.
Parece como si no sirviera la respuesta
que di hace años, siendo aún un niño.
 Se queda insuficiente,
porque la vida cambia y la fe pide una nueva luz.

¿Un rebelde con mala suerte,
cuya fama –inexplicablemente- perdura?
¿Un hombre misterioso,
prisionero de distintos credos?
¿Un profeta de tiempos que nunca llegan?

No sirven las respuestas de otros.
Tampoco basta con repetir frases hechas.
Menos aún soporto a quienes te quieren usar,
para sus fines no siempre claros.

¿Por qué mi corazón desea conocerte?
¿Por qué mi mente busca tu verdad?
¿Por qué te rezo y quiero seguirte?

Déjame, como Pedro, mirarte a los ojos
y decir con voz queda pero segura:
‘Tú eres el Mesías’ ‘Tú eres mi Señor’
‘En ti pongo mi esperanza’ ‘Tú eres el Hijo de Dios’


«EL ÁRBOL DE LA VIDA»

Num 21,4-9; Jn 3,14

     La Tierra Prometida
     está siempre detrás de aquella colina.
     El guía nos dice, ‘un poco más’,
     y nosotros sólo podemos musitar:  ‘ya no puedo más’.

     Con voz débil le decimos:
     ¿Dónde estás, Señor, en este desierto?
     ¿Vas a dejar que tu pueblo muera renegando?
     ¿No vas a intervenir?
     Si murmuramos, no te extrañes.    
     ¿Vas a castigarnos porque recordamos otros tiempos
     cuando éramos insultantemente felices?

     La distancia es demasiado grande
     entre nuestra condición rota y tu Señorío.
     No nos dejes; no renuncies a tu obra;
     somos tuyos; tú nos llamaste a la vida;
     tú nos regalaste el don de la fe».

     Y entonces, como en una visión,
     aparece la cruz del Hijo, y una voz que dice:
     «En este árbol está la Vida».



«OTRA VIDA ES POSIBLE»
Jn 3,1-6

«No se puede cambiar a según qué edad»,
Me decías convencido.
Leímos juntos el texto de Nicodemo,
Y tu corazón cambió:
¿Qué es nacer de nuevo?
¿Quién puede hacer ese  milagro en mí?
¿No estoy condenado por mi vida pasada?
¿No estoy determinado por fuerzas extrañas?
Después de leer, oramos,
Con palabras nuevas dijimos:
Señor Jesús,
No permitas que me acostumbre a la rutina,
Que me cierre a lo nuevo,
Que encarcele mi corazón.
¡Dame tu gracia y viviré!

Pedro Fraile



     «¿SERVIR O TREPAR?»

Mc 10,35-45

Señor Jesús,
leo en tu evangelio una invitación a servir,
y me empeño en ‘buscar enchufes’.
Critico, como todos, a los hijos del Zebedeo,
y sueño con ‘trepar’ en los puestos sociales.
Me alegro cuando denuncias, sin medias tintas,
las formas de gobierno de los poderosos,
pero yo las uso con mis hermanos y vecinos.
Señor Jesús, sana mi corazón,
ponme frente a mis falsedades,
muéstrame mis contradicciones,
purifica mis deseos nunca confesados.
Señor Jesús, que la buena noticia de tu evangelio
se identifique con el  ‘servicio humilde y alegre’
¡nunca con la fuerza ni la imposición!

Pedro Fraile

«DUREZA DE CORAZÓN»

Lc 5, 1-11

Inicio un camino,
y me aferro al punto de partida.
Tomo una iniciativa,
y quiero asegurar el éxito.
Sueño con el futuro,
y necesito signos.
Te rezo, y te exijo resultados.
Leo tu palabra y busco pruebas de tu amor.

‘Por tu palabra echaré las redes’,
dijo un día Pedro a Jesús.
‘Porque tú lo dices, volveré adonde
no he podido pescar,
contra toda evidencia’,
musitó el pescador galileo.

Haz Señor, que aprenda a confiar
en tu palabra, en tus promesas, en ti.
Que sepa llorar, Padre,
como Pedro, en el mar de Galilea,
la terquedad de mi corazón.

Pedro Fraile

«EL MIEDO A LO DESCONOCIDO»

Mt 5 5,21-43

Tuve miedo y levanté barreras. 
Estaba inseguro y no quise oír.
Tuve dudas y me aferré a la costumbre
La Escritura de nuestros mayores
¡Lo decía todo; lo sabía todo;  
no hay novedad; no hay que insistir!

Un día apareció Jesús
y dijo con voz clara, para que todos lo entendiéramos,
y con voz suave para que nadie se asustara:
‘Está escrito…pero yo os digo’
Aquel día me atreví a pensar por mí mismo;
a escuchar otras palabras; a ver con otros ojos;
a quitar barreras y a levantar persianas.

Y el evangelio se abrió paso
con la claridad de lo bueno,
con la frescura de lo limpio,
con la nitidez de lo único necesario:
«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos
más pequeños, conmigo lo hicisteis»

Pedro Fraile

«JESÚS, CAMINO, VERDAD Y VIDA»

Jn 6, 32-58

Revelar es quitar el velo.
Rebelarse es sublevarse.
Desvelar es ver sin velos.
Rebelión es oposición.

Juan nos desvela el misterio de Jesús.
«¿Quién eres, maestro? »
«¿Dónde vives? »
Juan nos invita a la rebelión:
«¡Sois hijos de la Verdad,
no consintáis con la mentira!»
Juan nos desvela la Luz,
para que nos rebelemos contra las tinieblas.

Cuando las sendas se desdibujan,
las verdades se difuminan,
y lo vital se delimita,
haz Señor que proclame con Juan,
que desvela y se rebela:

‘Tú eres mi Camino ,
Tú eres mi Verdad,
Tú eres mi Vida’

Pedro Fraile

«RENUEVA EN MI TU MILAGRO»

Lc 7,36-50
De pequeño me hablaron de ti
y te dejé en el baúl de los recuerdos,
de las cosas perdidas,
de los saberes prescindibles.

Pasados los años,
cuando las preguntas importantes
las trae la vida y no los libros,
cuando quiero no pensar
y se me apodera el corazón,
has vuelto sin avisar.

He leído mucho sobre ti.
Algunos dicen que eres un personaje extraño;
que las Iglesias te han manipulado,
que te usan ladinamente para sus intereses.

Yo sólo quiero volver a la verdad primera,
a la que me enseñaron mis padres,
mis catequistas, mis abuelos…
¿Quién eres Jesús?

Si al ciego del camino le devolviste la vista,
y a la pecadora el perdón,
¡renueva en mi tu milagro!
Pedro Fraile

«VEN SEÑOR JESÚS»

Ap 21,1-5

¡Ven pronto, Señor,
como nos prometiste!    
Las fuerzas del mal
parecen desatadas,
en una orgía de injusticias y de violencias, 
como si nadie pudiera detenerlas.

¡Ven pronto, Señor!
para mostrarnos que el camino
del bien está en la entrega,
no en las armas;
que el camino del hombre
es la justicia y la libertad,
no el abuso ni la manipulación.

¡Ven pronto, Señor!
Dinos dónde buscar la verdad;
dónde apoyarnos en la verdad;
en quién poner nuestra esperanza.

Tú respondes y dices,
¡Sí, vengo pronto!
¡Aleluya! ¡Amén!

Pedro Fraile

«CAERSE DEL CABALLO»

Hch 9, 1-9

Iba montado en el caballo de mis seguridades.
Llevaba las riendas de mi montura con soltura
-al menos eso creía-
En mi ceguera y soberbia te perseguía.
Pero te apareciste, Señor,
y me derribaste de un golpe certero.
¿Quién eres? Sólo me atreví a decir
Quise resistirme con coces alocadas,
sin mirar hacia dónde se dirigían.
Pudiste más, y tu marca ha quedado en mí
¡para siempre!
¿Qué debo hacer? – fue mi pregunta-
y tú, Señor, me respondiste
¡Levántate! ¡Sé honesto! ¡Camina!

Pedro Fraile



«LAS HERIDAS CICATRIZARÁN»
1 Pe 2,21-24
Is 52,13-53,12

La queja de mi pueblo, Señor,
repite, entre dientes, con insistencia,
«ni perdono ni olvido».
La sentencia del humillado, mi Dios,
recuerda una y otra vez
que la «venganza se sirve en copa fría».

¿Dónde están tus espaldas
cubiertas de delitos ajenos?
¿Dónde queda la justicia
con los débiles que no tienen
quien les defienda?
¿Dónde está el perdón
cuando supura por las venas el odio?

Deja que repita este himno
que me saja como
un cuchillo hasta el fondo:
Sí, es verdad
«Cristo padeció por nosotros
para que sigamos sus huellas».
Sí, déjame que crea y que te diga:
«tus heridas nos han curado».

Pedro Fraile





EL DON DE LA FE

Nos educan
para conquistar tierras inexploradas,
para alcanzar cumbres inexpugnables,
para adentrarnos en espacios inimaginables .

Nos educan 
para desentrañar misterios escondidos,
para reconstruir estructuras ocultas,
para descifrar claves secretas.

¿Pero quién nos educa
para escuchar tu palabra?
¿Quién nos enseña
 a ponernos a tus pies?
¿Quién nos ayuda
a comprender tu don,
el don de la fe?

Pedro Fraile Yécora
TESTIGOS DEL RESUCITADO

Amantes de la vida,
Rebeldes por causa de los débiles,
Tiernos con los frágiles
Y duros con los severos.
Profetas ante los poderosos,
Sabios que disipan tinieblas,
Evangélicos en todo momento.

Un nombre: Jesús.
Una misión: su causa.
Un reto: vivir como él vivió.
Una lacra: nuestras contradicciones
Un riesgo: el cansancio.

Señor Jesús, tu triunfo es nuestro triunfo;
Tu glorificación anuncia la nuestra.
Somos tus testigos:
¡Testigos del Resucitado!

Pedro Fraile Yécora – Pascua 2013






 

  

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