29 mayo, 2016

CORPUS CHRISTI: EL PAN QUE AMASAMOS, COMEMOS Y COMPARTIMOS

PAN QUE ALIMENTA. La palabra «pan» tiene la capacidad de hacernos recordar el alimento sustancial, básico, fundamental; al menos, en la cultura mediterránea, a la que pertenece Jesús. En otras culturas deberían buscar otro alimento que sea de todos, del pueblo llano, que sea básico y a la vez que sea definitivo. La palabra ‘pan’ tiene esa capacidad evocadora y sintetizadora a la vez: le pedimos a Dios que nos dé el «pan de cada día». El obrero «tiene derecho a su pan». La mayor injusticia es «negar el pan y la sal». ¿Por qué? Porque no hay vida sin alimento, al igual que no hay vida sin respiración o sin agua. Jesús, una vez más, va al fundamento de las cosas y nos habla del alimento, del bueno, del que perdura, del que todo ser humano necesita… y en una pretensión audaz… nos dice que es él. Es más se ofrece para ser «pan comido» por nosotros y de esta forma alimentarnos y «darnos vida».


                  PAN QUE SE PARTE. El pan suele cocerse en bollos o tortas medianas o grandes. ¡hay que partirlo en pedazos! El padre de familia, en las culturas tradicionales, tiene la misión de ‘partir el pan’. Jesús mismo, parte el pan en los relatos de la multiplicación; parte el pan en la última cena y una vez resucitado, parte el pan a los discípulos de Emaús. De nuevo aparece la imagen y el símbolo que se unen a la persona de Jesús: Jesús mismo «se parte», porque su vida se entiende desde la entrega y desde el «ser para los demás». El pan se parte para «ser comido»; el sentido último de la vida de Jesús es «ser comido» por aquellos que se acercan con necesidad a él.

                  PAN QUE SE COMPARTE. El pan es del que lo trabaja, es de quien lo vende y de quien lo compra; y es también de los pobres que no pueden adquirirlo. Es, como dice la tradición cristiana «el pan de los pobres». El sentido humanitario inscrito en el corazón del hombre y, más aún, el sentido cristiano, hace que entendamos que el pan no es para almacenarlo o para que se endurezca en nuestras despensas, sino para que se alimente la humanidad. Deja de ser «mío» para ser «de los que lo necesitan». Jesús no es para unos pocos que tienen acceso a él; menos aún es para un grupo de «selectos»; es para ser alimento y ser comido por el ser humano pobre, hambriento, necesitado. La vida está en alimentarse, está en partirse existencialmente y está en aprender a compartir.

                  COMEMOS EL PAN DEL SEÑOR. Jesús aún va más lejos. A partir de la imagen real y simbólica del pan, Jesús nos habla de «comerle a él». Dice que el pan del que habla es su «carne». Sigue de forma atrevida por el camino de la «carne y de la sangre», de la persona. Comer su pan, comer su carne y beber su sangre, es entrar en comunión plena con su persona, con su causa, con su mensaje, con sus criterios y con su misión. Los judíos que le escuchan no le entienden; se ponen a discutir qué significa: ¿no está proponiendo Jesús algo parecido a la antropofagia? ¿no está Jesús casi loco? Jesús no está fuera de sí; Jesús nos indica el camino para entrar en la plenitud de la vida: la plena comunión con él.


CORPUS DE VIDA

Eres audaz y provocador,
Señor Jesús.

Podías habernos dicho
que siguiéramos tus consejos,
que tomáramos buena nota
de tus mensajes y decisiones.

Podías habernos explicado
hermosas teorías sobre el mundo,
sobre el ser humano,
sobre el sentido de las cosas.

Nos podríamos haber sentido
satisfechos y orgullosos
de ti, ¡un buen y sabio maestro!

Pero nos descolocas:
hablas del pan, que alimenta,
se parte y se comparte… ¡y se come!

No dices que tenemos que comer
cualquier pan, sino que
tenemos que comer de «tu pan»,
que tenemos que «comerte a ti».
porque tú mismo eres el «pan de vida»

Pedro Ignacio Fraile Yécora

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