26 julio, 2016

JOAQUIN Y ANA O LA REIVINDICACIÓN DE LA GENTE SENCILLA

        ¿Quiénes fueron los padres de la Virgen María? Rara forma de empezar un artículo. No procede. Parece que es una pregunta de catecismo, o una pregunta innecesaria.

            ¿Aparecen los nombres de los padres de la Virgen María en los evangelios? Parece que nos acercamos un poco más a lo importante, pero tampoco le vemos mayor trascendencia a la pregunta. La respuesta es que «no». Los evangelios nos hablan de María, la joven de Nazaret que dijo un «sí» rotundo a Dios, pero no dicen el nombre de sus padres. ¿Tiene alguna importancia?
            En mi experiencia como acompañante de grupos en Tierra Santa, cuando llegamos a la Iglesia de Santa Ana, junto a la Piscina Probática, allí en Jerusalén, siempre hago un recuerdo para los padres de la Virgen y hago una breve reflexión y comentario. Para muchos es una sorpresa, no porque sea fundamental para la fe católica, simplemente porque no habían caído en la cuenta de este detalle. Otros preguntan con cierto interés que cómo conocemos sus nombres, si sabemos más de ellos…
            Una profesora de arte, que venía en el grupo, me hizo caer en la cuenta hace unos años que en los retablos dedicados a la vida de la Virgen María, sobre todo los renacentistas y barrocos, comienzan siempre por una tabla que narra «El encuentro de la Puerta Dorada». En ella se narra con los pinceles una escena aparentemente trivial: un abrazo de dos personas con una puerta al fondo y con un pastor que lleva a hombros un cordero. Joaquín, nos dice la venerable tradición del lugar, era un pastor de los que habitaban humildemente en los alrededores del Templo de Jerusalén. Los animales que sacrificaban en el Templo, principalmente las ovejas, estaban en una zona lateral fuera del recinto sagrado, cerca de unos estanques de agua (la Piscina de Betesda); de ahí también el nombre de «Puerta de las ovejas» que aún hoy se recuerda en aquel lugar. Pues bien, Joaquín ve cómo pasan los años y no tiene descendencia. Como judío piadoso y bueno que es, se retira al desierto para hacer penitencia. Un ángel le comunica que regrese a Jerusalén porque su oración ha sido escuchada; en la Puerta Dorada, otra de las Puertas de Jerusalén que llevan aún a día de hoy este nombre, le está esperando Ana, su esposa, y se funden en un abrazo fecundo. La escena del «Abrazo de la Puerta Dorada» inicia los retablos de la Virgen María (Santa María de Ateca, Santa María de Calatayud…), y hace memoria de dos buenos creyentes.
            El evangelio de san Lucas se detiene, en los primeros capítulos, en la presentación  de Juan Bautista, precursor de Jesús. Juan Bautista es anunciado por el ángel a Zacarías, su padre; luego sabemos que su madre, Isabel, se beneficia de la visita de María en el encuentro de las dos madres: Isabel y María en estado de buena esperanza, abrazando la historia de la salvación. Sabemos los nombres de los padres de Juan Bautista, pero no sabemos por los evangelios los nombres de María.

            El pueblo sencillo, el pueblo creyente, el que avanza en el camino de la fe y la transmite de padres a hijos, ha entendido siempre que María es una mujer creyente educada en la fe y el amor de sus padres. María no es una mujer ni aburguesada ni altiva. Es del pueblo sencillo, del Israel de a pie, no de sus clases dirigentes; es una mujer limpia y humilde, no complicada y engreída. María lo aprendió en casa; aprendió de su padre Joaquín que era un pastor de ovejas (oficio impuro en los conceptos de pureza del judaísmo) y de su madre Ana. Aprendió a creer en Dios y a descubrir que la mayor riqueza es Dios. Esto no lo digo yo, lo dicen los grandes biblistas cuando nos hablan de los «anawim», de los «pobres del Señor» que confiaban y esperaban el cumplimiento de las promesas de Dios. Ana y Joaquín, como Zacarías e Isabel, como Simeón y Ana en el Templo de Jerusalén, todos formaban parte de estos «creyentes limpios, sencillos y a la vez firmes en que el Señor no falla». Joaquín y Ana, reivindican la fe del pueblo de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario